De Turín a Bérgamo, el oscuro domingo de los árbitros: ¿dónde está el sentido común?

El penalti negado a Toro es claro e inexplicable. Amarilla equivocada para Vlahovic. Y Gasp se confunde…

No fue un buen domingo para los árbitros. Jóvenes y viejos, semi-novatos o expertos, han cometido errores que son difíciles de entender y aceptar. De Turín a Bérgamo, les faltaron muchos aspectos: lucidez, capacidad de análisis técnico, coordinación con la referencia Var, incluso sentido común. Sí, sentido común: es una regla no escrita pero fundamental; debería acompañar a los directores de carrera, en cambio, a menudo se deja de lado, se olvida, se cancela. Tanto es así que en ocasiones las intervenciones de los árbitros parecen casi provocativas. Nada puede estar más mal, porque de esta manera también se exacerban los ánimos.

Tomemos Turín-Monza. A tres minutos del final, hay penalti solar por la granada: Ricci se lanza solo hacia la portería de Di Gregorio, Rovella llega tarde y lo noquea. El árbitro es joven, Zufferli: en su tercer partido en la Serie A (incluso en su debut dirigió al equipo de Brianza, en esa ocasión victorioso en Bolonia), fue designado para un partido que evidentemente no fue juzgado complicado ni de primer nivel. Eso sí, hay que tener en cuenta que, en esta fase del campeonato, todos los partidos cuentan mucho, no solo los que asignan plazas para la Champions League. Incluso las otras posiciones tienen un peso enorme para quienes las persiguen: tanto los partidos en los que los equipos luchan detrás del primero (que podría dar una plaza en Europa) como los de lucha por la salvación valen mucho.

Volvamos a la falta de Rovella sobre Ricci. Zufferli ve, pero juzga mal: con un gesto descarado señala que no ha pasado nada, que el juego debe continuar.Su error es grave, el de Abbattista -el hombre del Var- quizás lo sea aún más: mira y mira las imágenes, induce al árbitro a detener el partido por un largo tiempo esperando su revisión, luego anuncia que la decisión fue correcta y no hubo una intervención irregular. Otra valoración completamente equivocada, con el agravante de que el Var tuvo la oportunidad de observar la acción a cámara lenta en varias ocasiones. Y ni siquiera se tuvo en cuenta la regla no escrita de la que hablábamos: el sentido común. ¿Cómo se puede pensar que Ricci, lanzado solo hacia el portero contrario, se tira al suelo en lugar de continuar su acción y llegar a la conclusión? Es una decisión que pesa en el resultado y en la clasificación, tampoco hay que subestimar que un par de minutos antes se había dado por regular otra muy dudosa intervención en el área de Monza, esta vez de Marlon contra Karamoh.

Un caso que no fue decisivo para el desenlace de la reunión, pero sí decididamente espinoso, ocurrió en Bérgamo. Vlahovic en los minutos finales del Atalanta-Juve fue víctima de los cánticos racistas de la afición bergamasca, un poco como le pasó a Lukaku en la Copa de Italia en el Stadium. El árbitro Doveri pidió acertadamente que se advirtiera a la audiencia: si esas palabras no hubieran terminado, habría detenido el partido. Pero todo empezó de nuevo cuando Dusan marcó el 2-0. En ese momento el delantero centro invitó descaradamente a los ultras a seguir con esos cánticos, una reacción cargada de rabia y también comprensible, pero Doveri se lo advirtió. ¿Por qué? Regocijo provocativo, motivación. Lo mismo que se le había atribuido a Lukaku, a quien sin embargo se le anuló la descalificación por esa tarjeta amarilla (se le advirtió). Pero, ¿dónde estaba Doveri cuando estalló todo ese caos en torno a Romelu? ¿Lo olvidó o fingió que nunca estuvo allí? Ciertamente le faltaba sentido común (otra vez sentido común…) y sensibilidad. Un poco como Gasperini, que mezclaba la grosería con el racismo, equiparando «pedazo de m…» con «gitano de m…». No es exactamente así: la mala educación es mala, pero el racismo es otra cosa.



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