De Spalletti a «Mare fuori»: ¿y si fuera realmente el año de Nápoles?

No es un año trivial para la ciudad menos trivial de Italia. Esto lo sugiere sobre todo la «pelota», que siempre ha sido un formidable termómetro para entender cómo está realmente el país: el Napoli de De Laurentiis, a 13 días del final del campeonato, domina la Serie A con el mar a sus espaldas. en el sentido de desapego en la clasificación. Si la superstición lo permite, podría ser el año del tercer campeonato al pie del Vesubio. Ampliando la discusión, si el equipo de Spalletti es uno de los más Frío de Europa (palabra del New York Times), la ciudad de Nápoles ha encontrado una apelar todo nuevo, turistico y mas.

Un atractivo que, por supuesto, tiene que ver con el imaginario, un recurso que nunca ha faltado en las costas del Golfo, para ser honesto. Los ejemplos abundan. Ve al cine y encuentra Mezclado por Erry un tipo de Incógnitas habituales posmoderno que lleva la firma de Sydney Sibilia. Enciende la televisión y encuentra mar afuera, la serie de Rai TV, ahora en su tercera temporada que, con Auditel en la mano, está emocionando al público en toda Italia. O la segunda temporada de la Comisionado Ricciardi, no tan bonito como el primero según los amantes del género, pero sigue ahí para hacer jugadas. Es más: casi parece que, para hacer una ficción, uno se sienta obligado a rodar en Nápoles, si tenemos en cuenta que aquí se han ambientado incluso 16 series de televisión de los últimos 20 años, para un total de 55 temporadas que nos han sido administradas.

Vaya a la librería y de verdad no hablamos de eso: encontrarse abrumado por los títulos de Maurizio De Giovanni y Elena Ferrante es un instante, todos excelentemente posicionados en las listas de éxitos de ventas, casi todos transpuestos u opcionados a ser transpuestos a los grandes y pantalla chica. Si de libros hablamos, el antiguo banquero de Manuel Vázquez Montalbán y autor más o menos misterioso de laamigo brillante supieron Dfare tanto como Roberto Saviano (quien con gomorra sigue siendo formidable maravilla de un solo golpe) lo habían logrado: «serializaron» su éxito, número tras número, reuniendo en torno a su escritura una población de lectores enamorados de su particular «visión» de Nápoles.

En cuanto a la música, les digo qué hacer: lo urbano, un género del momento en todo el mundo, ha encontrado su propia declinación napolitana con los diversos Geoliers y Luchè, sin tener que molestar a Clementino que ahora pertenece a otra generación. Está Liberato, un misterio llamado marketing, y para los paladares más exigentes la retromanía danzante de Nu Genea. Para los amantes de las artes figurativas, pues, están los murales de Jorit que nos miran desde lo alto. En resumen: no sorprende que muchos espectadores, lectores y oyentes en los últimos años hayan acudido en masa a hoteles y B&B en el centro en busca de sugerencias napolitanas. Todo muy bonito, sobre todo para la cadena de turismo, no hay duda.

Pero, ¿existe una conexión real entre este nuevo imaginario colectivo napolitano y el modelo ganador impuesto por la Nápoles de De Laurentiis? Para raspar la pátina, debe responder que no. Porque la Nápoles que vemos representada en la teleserie (a veces la nueva Medellín, otras metrópolis con el ascensor social siempre en servicio) es casi siempre una reelaboración de viejos clichés. Se trata de una nueva oleografía que sustituye a la tradicional postal por el pino marítimo, una mistificación para quienes a los pies del Vesubio vienen a pasar como mucho un fin de semana, saborean su trozo de exotismo y se marchan.



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