En los años 30, el delantero del Inter ya hacía publicidad, pero para ver los patrocinadores en las camisetas hubo que esperar hasta 1981. Mientras tanto, el industrial de helados había encontrado un truco…
Al principio eran 100 centímetros cuadrados en la parte delantera de las camisetas. Una concesión que la Federación de Fútbol hizo a los clubes siempre desesperados por dinero porque los costes, como siempre, superaban los ingresos y los presidentes tenían que poner dinero de su propio bolsillo si no querían llevar a los clubes a la quiebra. Fondos, fideicomisos, inversores extranjeros y todas esas cuestiones que bien conoce el fútbol contemporáneo no existieron. En aquel entonces sólo había un hombre al mando, generalmente un rico hombre de negocios apasionado por el fútbol y quizás particularmente sensible a la notoriedad y a los titulares de los periódicos. Casi siempre ocurría que este señor desperdiciaba su fortuna comprando tal o cual jugador, italiano o extranjero, y la diversión siempre terminaba en lágrimas.