Riis explotó en el Sesteriere en el Tour de 1996 en una fracción de 46 km. Quintana fue implacable en una etapa al estilo F1. Nibali puso a todos en fila en Val Thorens: 59,5 km siempre en el Boucle. En Montecampione, a 85 km del Giro de 1982, Hinault volcó el Giro
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boletín de hierro fundido
Un eslogan tan antiguo como el ciclismo: son los corredores los que hacen grande el running, no las rutas. Pero el hecho es que una etapa corta llama a los corredores a la batalla, a una colisión frontal. Y con los tiempos ajustados pone incluso en aprietos a los velocistas del pelotón, que en las etapas cortas tienen que estar muy atentos al tiempo máximo. Pero hoy los grandes nombres del Giro han decidido no atacarse entre sí. Tal vez más por miedo a salir lastimado que a lastimar. Pero en el pasado lo que pasó.