Un día en la Fábrica, donde cada año se ensamblan 13 mil superdeportivos más autos F.1 y GT. Todas las ediciones limitadas, incluidas carrocerías, tornillos y… minifaldas.
Desde esas cinco ventanas controlaba lo que pasaba, quién entraba y quién salía. Siempre era el último en salir (tarde por la noche), no cogía el ascensor y nunca se iba de vacaciones. Sobre el escritorio, una lámpara roja corsa, un cenicero amarillo de Módena, la pluma violeta (que le recordaba a su padre Alfredo y su firma con lápiz), el diario y el Cavallino. Luego los trofeos y el gabinete de los errores, esas piezas que salieron mal: “porque de los errores se aprende”, enseñó. La oficina de Enzo Ferrari, a la entrada de la Ciudadela, la fábrica Rossa en via Abetone de Maranello, abierta hace 77 años, dice de qué estaba hecho el Comandante (pasión maníaca y hambre de victoria).