Criscito capitán desesperado: se fue a salvar a su Génova, sin paz por el error

Había dicho que no a la transferencia inmediata a Toronto para salvar al Griffin. Mal rigor vivido como drama. Y hasta Audero se conmueve y lo consuela con un beso

Todo estaba hecho: fichaje, contrato, amigo Insigne como nuevo compañero y una nueva aventura lista para ser vivida y descubierta día tras día. Luego el vuelco: “No, me quedo en Génova. No puedo abandonar el barco, como capitán, en el momento más difícil que ha vivido mi equipo (al menos recientemente)». Mimmo Criscito, al rechazar la rica oferta de Toronto poco después de enero, tomó una decisión sincera. Para salvar Génova, de hecho. Pero el destino puede ser bastante burlón a veces.

El episodio

Estamos en el 93′ del derbi entre Génova y Sampdoria, siempre particularmente sentido por todos, sí, pero quizás nunca así. Rossoblù y Sampdoria se juegan la vida, está en juego buena parte de su permanencia en la Serie A. Génova: Destro se golpea la cabeza, el VAR detecta un toque de mano de Ferrari y señala un penalti que puede valer no solo el igual sino también un empujón loco para la final del campeonato de los hombres de Blessin. Desde el lugar que va, Mimmo Criscito, que entró al comienzo de la segunda parte para traer al campo un poco de esa “genoanità” necesaria para pelear en un derbi tan decisivo. Se había quedado para salvar al Grifo… El epílogo, sin embargo, le resulta muy amargo: el portero de la Sampdoria Audero vuela a su derecha, intercepta el remate del capitán del Genoa desde los once metros y unos segundos después llega el pitido final, en medio de la el desengaño de todo el entorno rossoblù, la euforia de la Sampdoria y las lágrimas de Criscito. Y quién sabe qué hubiera pasado si ese traspaso a la MLS en realidad lo hubiera aceptado todo el camino…

sin paz

El post-partido toca el corazón. Criscito sin paz. En lágrimas en el campo, deambulando sin destino. Luego para disculparse con la curva rossoblù, luego abrazado por sus compañeros, finalmente animado también por sus oponentes, Audero en la cabeza, tocado por el dolor del oponente hasta el punto de darle un beso cariñoso. Y el que simplemente no puede salir del campo, casi como si todo pudiera rehacerse. Pero no.



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