En el ascensor de un gran edificio de oficinas entro con un hombre mayor y una niña. La niña me mira y dice: “Vamos muy alto, hacia el cielo”.
Sonrío y asiento. El hombre que está a su lado, probablemente su abuelo, me mira y me dice con un guiño: “Espero que no sea demasiado alto”.
Nos bajamos en el último piso. La niña mira la ciudad y dice maravillada: “Estamos casi en el cielo”.
Su abuelo sonríe y susurra: “Pero nos quedaremos aquí un tiempo”.
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