Como el gran Eddy, a quien roba récords día tras día, Tadej corre para ganar. Porque cuando llega delante de todos se divierte muchísimo…
Se inclina y es obviamente una paradoja: son todos los demás los que tienen que inclinarse ante Tadej Pogacar, nosotros, el resto del mundo. La perfección de su gesto, su naturaleza implacable, despiadada pero al mismo tiempo risueña, un tirano gentil. Las comparaciones ya no sirven, él es Pogacar y representa una época, una época que acaba de abrirse ante nuestros ojos. Todo el pasado pierde color y brillo en comparación. Son sólo los números los que nos dan la enormidad de lo que estamos viendo, carrera tras carrera. Ya sea por camino adoquinado o de tierra, subida o contrarreloj, el sol nunca se pone en el imperio de Pogacar, como nos cuentan los profesores de historia: gana las clásicas y las carreras por etapas, vuela en la contrarreloj, adelanta a todos cuesta arriba, ataca desde lejos, incluso desde muy lejos. Y no se cansa nunca de dominar. Cada día encuentra un motivo para ir a coger la carrera aunque hubiera decidido dejar la fuga y mantener la calma en el grupo: en Isola 2000 le gustaba el lugar donde pasó casi un mes preparándose para el Tour, después de ganar el Tour. Mañana el motivo será otro: Urska al costado de la carretera, o un águila que habrá visto volar sobre las cumbres. No hay necesidad de excusas, en esto Tadej es exactamente como Merckx: corre para ganar, porque cuando está delante de todos se divierte mucho.