Columna Thijs Zonneveld | Solo tiene 22 años, pero Evenepoel conduce como si fuera el rey de España.

El rey se estiró, bostezando. Se chasqueó la boca, miró el reloj y vio que ya era así de tarde. Luego se puso su capa roja, abrió la puerta del palacio y llamó a su caballo. Pasa la pierna por encima de la silla y espolea al caballo. Por los jardines, por la avenida del palacio, por la colina. Sus lacayos caminaban detrás de él, resoplando y sudando. Se hizo más, más y más difícil. Los lacayos empezaron a suspirar, a resoplar, a jadear como fuelles. Sus rostros se contrajeron en muecas. Luego comenzaron a abandonar, uno por uno. Con las manos en las rodillas, vieron al rey desaparecer en la distancia.



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