En Irán, el número de ejecuciones aumentó de 314 a 576 el año pasado, un aumento del 83 por ciento. Al menos cinco de ellos han sido ejecutados por delitos que cometieron cuando eran menores de edad. La mayoría involucraba delitos de drogas o asesinato, pero en diciembre Irán también ejecutó a dos manifestantes después de un juicio simulado. Las protestas estallaron en el país en septiembre. A principios de este año, Irán ejecutó a otros dos manifestantes.
“Las autoridades iraníes continúan usando la pena de muerte como herramienta de represión política”, dijo Amnistía en el informe. El sueco-iraní Ahmadreza Djalali, profesor invitado en nuestro país en la VUB, es una de las personas condenadas a muerte en Irán. Su ejecución ha sido anunciada varias veces, solo para ser pospuesta hasta nuevo aviso.
En Arabia Saudita, el número de ejecuciones se triplicará a 196 para 2022, el número más alto que Amnistía Internacional ha registrado en el país en 30 años. Contrasta marcadamente con las promesas de modernización del príncipe heredero saudita Mohammed Bin Salman.
Sin embargo, el líder absoluto en el mundo es China. Se estima que el número de ejecuciones allí es de miles, pero se desconoce el número exacto porque la aplicación de la pena de muerte en China sigue siendo secreta.
Cinco países reanudaron la pena capital el año pasado, incluido Afganistán, que ha reanudado las ejecuciones tras la toma del poder por parte de los talibanes. Amnistía también ve un rayo de esperanza: seis países han abolido la pena de muerte en su totalidad o en parte.