Una semana antes de las elecciones en un centro comunitario de La Haya. Estoy parado en el mostrador, atendido alternativamente por voluntarios de diferentes orígenes. Mientras tomamos un café, Jannie, la voluntaria de turno, anuncia que votará por el PVV. Eso cae como una bomba. Las mujeres (todas con velo) no lo creen. El humor alegre ha desaparecido. “¡Estás bromeando!” dice uno. “No, no estoy bromeando”, dice Jannie. Las mujeres se marchan abatidas, murmurando que esto no puede ser cierto. Sólo entonces Jannie se da cuenta de su error: “¡Pero sí te amo!”
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