Castigar a los culpables no es suficiente. Es necesario ayudar activamente a las víctimas menores de edad, para evitar el riesgo de que adopten modelos afectivos distorsionados, creyéndolos "normal"


Fiorenza Sarzanini (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

Noy los primeros seis meses de este año hubo un incremento en tres tipos de delitos cometidos contra menores: abuso de los medios de corrección o disciplina, agresión sexual y agresión sexual agravada.

La cifra alarmante se refiere precisamente a esta última violación, pues la agravante fue impugnada tras haber descubierto que el abuso se había cometido «en instituciones educativas».

Así lo reveló el último expediente policial criminal que centra la atención precisamente en las graves violaciones cometidas contra los pequeños. Y proporciona una imagen inquietante tanto de las víctimas como de los perpetradores.

Los analistas de la policía escriben:Las víctimas femeninas predominan en casi todos los tipos de delitoscon exclusión del abandono de menores o incapaces, el abuso de los medios de corrección o disciplina, el secuestro de incapaces y la violación de las obligaciones de asistencia familiar. El grupo de edad con mayor número de víctimas es el de los menores de 14 años. Entre los autores predominan los hombres con edades comprendidas entre los 35 y los 64 años, el 62 por ciento».

El análisis es dramático. Los expertos subrayan «el hecho de que sean ante todo los muy jóvenes que siguen viendo amenazado su desarrollo psicofísico por los crímenes atroces en cuestión. Es un elemento más de evaluación a tener en cuenta ya que son delitos que afectan profundamente la esfera emocional y psicológicacon evidentes consecuencias negativas no sólo sobre la personalidad de la persona maltratada, sino también sobre todo el sistema relacional y social con el que el sujeto se encontrará interactuando».

«Si, de hecho, los indicadores de maltrato (físico, psicológico y/o sexual) no son captados por el mundo de los adultos y no se crea un sistema alternativo en torno al menor, que ofrezca modelos afectivos distintos a los violentos, es muy probable que la persona ofendida no sea capaz de procesar correctamente su experiencia. La falta de conciencia y aceptación del trauma no permitirá superar los modelos relacionales interiorizados, a fin de determinar una compulsión a la repetición. El menor, por tanto, podría tender a sufrir violencias similares también en futuras relaciones, oa ejecutarlas, desempeñando el papel de agresor”.

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