Hace más de diez años, Carmen María Machado (1986) –entonces todavía no la célebre escritora en la que se convertiría unos años más tarde– se enamoró perdidamente de una mujer joven, menuda, blanca y delgada a la que en la casa de los sueños tipifica como una ‘mezcla de butch y femme que te vuelve loco’. El amor es mutuo y eso no era obvio según Machado, quien dice pertenecer al tipo de ‘morenas gorditas a gordas con anteojos’ y se describe a sí misma como ‘una mujer gorda étnicamente ambigua de unos veinte años’. Ella también, explica, lleva consigo una mala infancia. Sus padres eran estrictamente religiosos y discutían mucho, ella fue intimidada y agredida, y durante el tiempo que sus compañeros experimentaban entre sí, ella estaba “ocupada por ser rara: rezar mucho, obsesionarse con la pureza sexual”.
No es de extrañar, entonces, que la relación con esta butch-cum-femme sea un sueño hecho realidad para Machado. Su amiga, a quien nunca menciona por su nombre en este ‘tratado autobiográfico’ sobre su relación, es dulce con ella y el sexo es ingenioso (“Ambos están constantemente mojados. Al parecer, follan en todas partes: en camas, mesas y pisos ; por teléfono”). La autoestima de Machado recibe un gran impulso, pero es de corta duración. Su pareja, encuentra horrorizada, también parece tener otro lado. En los momentos más locos, la arremete, comienza a gritar, discute y la humilla hasta los huesos. No solo diciéndole a Machado lo que le pasa a ella, sino también obligándola a comer lo que podría estar mal con ella misma. La (auto)confianza de Machado se desinfla como un globo pinchado y da paso a una gigantesca sensación de inseguridad.
imagen obstinada
¿Por qué no termina esta relación destructiva de inmediato? ¿Por qué se ha mantenido cautiva en este infierno durante casi dos años? ¿Por qué está en silencio todo este tiempo, en lugar de discutir su situación con amigos? Machado no rehuye estas preguntas, pero no las plantea principalmente en el contexto personal de su vida y de su amor. en la casa de los sueños es mucho más que un documento del ego, es un libro con una misión política. Quiere visibilizar algo que según muchos no existe o no debería existir: la violencia doméstica dentro de las relaciones entre dos mujeres. Por eso cuenta su historia.
Machado no es el primero en denunciar y hacer añicos la imagen ideal de la relación lésbica como paraíso no violento. Pero la imagen es persistente, también en ella misma, como muestra expresamente en el título igualmente irónico y serio de su libro, que también deja traslucir en los títulos de todos los capítulos (‘Droomhuis as key moment’, ‘Droomhuis as memory palace’, ‘ Casa de ensueño como viaje por carretera a Savannah’, etc.).
Una sensación de traición
Una de las razones por las que es difícil dejar de lado esta imagen es que reconocer la posibilidad de violencia en las relaciones queer se siente como una traición, porque hacerlo debilitaría la posición de un grupo visto como diferente en una sociedad todavía normativa. .la sociedad dominada. Las personas queer necesitan buenas relaciones públicas, según Machado, “para luchar por los derechos que no tenemos, para mantener los derechos que tenemos”. Pero, agrega casi con desesperación, “¿no estamos tratando de decir que somos como tú todo el tiempo?”
Machado todavía celebra esta conciencia agudamente desgarrada en la palabra de agradecimiento con la que en la casa de los sueños cerca. Las últimas palabras son para su esposa Val, a quien describe como “el giro de mi trama, mi destino, el final de mi cuento de hadas”. Es profunda, esa creencia en el paraíso.
Carmen María Machado: En la Casa de los Sueños. Traducido del inglés por Ineke van den Elskamp. coseo; 311 páginas; 24,99 €.