Cada año las reacciones más incrédulas ante Calidad de vida del Sole 24 Ore son –paradójicamente– los de quienes viven en los territorios mejor posicionados en el ranking. Los más controvertidos, cada vez, son los vecinos de la provincia ganadora. Después de cada publicación, desde 1990 hasta hoy, la ola de reacciones locales a los resultados de la encuesta ha hecho evidente una certeza: la calidad de vida de cada uno de nosotros es algo absolutamente subjetivo; La percepción del lugar en el que vivimos está influenciada por nuestra relación personal con lo que nos rodea. Y cada uno de nosotros es llevado a ver primero lo que está mal, en lugar de lo que funciona.
¿Cuál es entonces el papel del ranking de Calidad de Vida de Il Sole 24 Ore, elaborado como una simple “media de medias” de un paquete de 90 indicadores estadísticos (mediciones objetivas certificadas por fuentes autorizadas)? Respondemos ayudados por la conciencia consolidada en los últimos años por las numerosas cifras publicadas: el papel de “nuestra” Calidad de Vida es el de una investigación, nacida del razonamiento de los periodistas que observan la realidad y los datos fácticos que produce cada día. Describir el país, sus brechas, sus fragilidades y sus mejores prácticas a través de números permite informar lo que falta, orientar a quienes deciden o visibilizar ciertos fenómenos.
La lupa utilizada (la Q también representada en el logo de la encuesta) es la de la redacción de Il Sole 24 Ore que, hace ya 35 años, decidió crear el ranking internamente, partiendo de dos conciencias: ningún método científico puede garantizar jamás , absolutamente, la objetividad de cualquier ranking; La elección de los indicadores siempre puede discutirse. La fuerza e independencia de la encuesta reside precisamente en el proceso de recopilación y selección de los 90 parámetros (algunos publicados por primera vez para la ocasión), guiados por la necesidad de representar mejor la actualidad y los cambios en curso en la sociedad y en el país. .
Algunas novedades permiten entonces que los números ” hablen ” relacionándolos entre sí. Finalmente, el resto se hace mediante la “lectura” de los indicadores, considerados positivos o negativos en función del ranking: elecciones, también en este caso, que suscitan el debate cada año.
La ausencia de intervenciones sobre las estadísticas (homogéneas con una puntuación de 0 a 1.000 y presentadas en una media aritmética simple), sin fórmulas ni atribución de pesos, nos permite centrarnos en los valores y su interpretación. El dispositivo narrativo del ranking y la visualización de los datos sustentan entonces la historia periodística.