Desde 2011, el Festival Burning Man en el desierto de Black Rock, en el estado estadounidense de Nevada, invita a la gente a tomarse un descanso de la civilización y del estrés de la vida cotidiana. El concepto de crear un pueblo durante un cierto período de tiempo donde se aplican reglas diferentes y donde se celebra la libertad en medio de la nada ya no parece suficiente. El costo de vida y los efectos del cambio climático parecen estar demasiado presentes para los visitantes.
Burning Man es considerado uno de los festivales más legendarios del mundo, como lo ha demostrado la compra de entradas en el pasado. Normalmente las entradas del festival se agotaban por completo en cuestión de segundos, pero ahora los organizadores tendrían que recurrir a la venta en 2024 para deshacerse de 3.000 de las 73.000 entradas totales. Apenas un mes antes del lanzamiento, el 25 de agosto, se anuncia la llamada “Oferta OMG”. Esto significa que los amantes del festival también podrán conseguir entradas si no se han registrado previamente. A pesar de la oferta, dos semanas después todavía había entradas disponibles.
¿Es demasiado grande el estrés de la vida cotidiana?
El evento en el desierto se anuncia cada año como el lema de que gracias al evento los visitantes se transportan a un universo paralelo. 2024 continuó impulsado por la referencia de Alicia en el país de las maravillas Curious and Curiouser como tema. Pero las cosas no quieren ir bien.
Tal vez sea porque en 2020 y 2021 el aire libre tuvo que realizarse virtualmente debido a la pandemia del coronavirus y los dos años siguientes se vieron ensombrecidos por el clima extremo. Para explicarlo: en 2022 el público esperaba un calor récord en el desierto, mientras que apenas un año después todo parecía hundirse en el barro. Esto último provocó que muchas personas se quedaran atrapadas durante días, ya que las rutas de descenso estaban bloqueadas por el barro.
En el “Burning Man Journal”, los participantes leales de hecho dijeron que tales impactos del cambio climático harían que el festival fuera menos atractivo. Kaden Sinclair, que ha estado allí 14 veces desde 2014, explica su falta de interés este año: “Los últimos años han sido difíciles en términos de clima y planificación”. El aumento de las temperaturas haría más complicado disfrutar del evento “si es un infierno”. Pero Sinclair también sospecha que el aumento de los costes diarios se debe a la falta de venta de entradas: “A medida que la comida y la vivienda se vuelven cada vez más prioritarias, muchos deciden tomarse un año o dos de descanso para consolidar su situación de vida”.
Aunque los precios de los billetes empiezan a partir de 575 dólares estadounidenses (aprox. 522 euros), la estancia conlleva costes mucho más elevados. Sinclair: “Muchos de nosotros disfrutamos mucho trayendo grandes obras de arte. Esto se autofinancia casi en su totalidad y puede costar decenas o cientos de miles de dólares”.
Por ello, muchos antiguos “quemadores” exigen una adaptación a las condiciones actuales, que han cambiado desde 2011.