Son cerca de las diez cuando el patio trasero de Saskia Pastoor se llena de uniformados. Vienen por la granada que su hija Phelien (9) y su amiga Mare se llevaron el domingo. En la bolsa de bicicleta de Vera Doornhegge-Buwalda, quien inicialmente no vio ningún peligro en ella. Las chicas habían encontrado el coloso a orillas del IJssel.