‘¡¿Bebiste QUÉ?! ¡¿Del ombligo peludo de WÍE?!

Silvia Witteman27 de junio de 202212:46

Tuve resfriado, dolor de garganta, tos, mocos, la historia de siempre, pero ahora con una noticia gratis: dolor de oídos. Nunca en mi vida había tenido problemas con mis oídos. Leales y serviles habían desafiado el concierto de la vida en ambos lados de mi cabeza todo este tiempo.

Y luego de repente ese dolor, en feroz punzante me un sorprendido y también un tanto infantil ‘¡ay!’ provocado ¿Hay que ir al médico con algo así? Los columnistas médicos de Volkskrant nos aseguran con todas sus fuerzas que, pase lo que pase en el campo del malheur médico, definitivamente no debes, repito, absolutamente nunca ir al médico de cabecera. Está muy ocupado, y además: todo pasará por sí solo, excepto las cosas que te matan, y no hay nada que puedas hacer al respecto.

Por cierto, tenían razón, porque el dolor de oídos se fue. En cambio, ahora estoy sordo. Es decir, escucho cosas, pero esos son sonidos fantasma. Suena la aspiradora, mi teclado cruje, el televisor traquetea. Los gatos están aturdidos, aunque puedo sentir sus gargantas ronroneando, y la lavadora canta una canción de cuna en yiddish (“Rozhinkes mit mandeln… sjloof-ze, Yidele, sjloof, ailuliloe…”)

Me vuelve loco, sobre todo porque ya no puedo entender las lindas historias de mis hijos. ‘¡¿Bebiste QUÉ?! ¡¿Del ombligo peludo de WÍE?! Grito. ‘¡Tequila!’ luego gritan de vuelta amablemente. ‘¡Enamorado! ¡Fue un desafío! ¡Casi vomito!

Pero su paciencia tiene límites. “¿A quién se folló Amber?” pregunté anoche. “¡¿En un QUÉ?!” Se miraron el uno al otro con cansancio, gritaron: “¡¡NO IMPORTA!!” y salí del local, para tener nuevas aventuras de las que nunca oiré hablar. Me quedé en una nube empapada llena de tintineos sordos, susurros, silbidos, crujidos y rozjinkes mit mandeln.

El compañero de cuarto P se sentó allí, imperturbable en su silla, con el periódico. Ha sido bastante sordo durante años, causa desconocida. “¿Has tocado alguna vez en una banda de hard rock?”, le había preguntado el otorrinolaringólogo, pero no, mucho más colorido que el de Paul McCartney. mirlo nunca lo logró y, sin embargo, tiene que pasar por la vida como profesor de cálculo (“Bueno, no, no, también tienes un sombrero muy bonito”).

Naturalmente, en el regazo de la familia, lo intimidan mucho por esto (‘¡Papá! ¿Cuántos dedos estoy levantando?) Que tolera de mala gana. De repente me arrepentí del acoso. “¡Ahora entiendo por lo que has pasado todo este tiempo!”, gemí entre el zumbido y el traqueteo. Señalé mis oídos.

“Rong sonó”, dijo. “Rong sonó rilla”.

Su sonrisa era decididamente diabólica.



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