Basta ya de historias educativas y mensajes empoderadores que solo gustan a los adultos. La literatura infantil, sugiere un erudito, no es un folleto de instrucciones


B.subasta entrar en una librería para darse cuenta de que los estantes destinados a la publicación infantil están llenos de libros para niñas y niños rebeldes. Libros sobre empoderamiento (especialmente mujeres). libros sobre emociones. Libros que pretenden enseñar una moraleja sobre temas importantes queridos por los adultos (como dar la bienvenida a la llegada de un hermanito, compartir los juguetes, aceptar lo diferente).

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En un momento en que está cada vez más extendida la práctica de rodear a los niños del mayor número posible de libros, Giorgia Grilli, Catedrático de Educación de la Universidad de Bolonia, intenta enviar algunos mensajes perturbadores a padres, abuelos y profesores a menudo abrumados por esta bulimia editorial.

Deja que los niños lean libros inútiles.

El primer mensaje, ilustrado en profundidad en el ensayo. De qué tratan los libros para niños. La literatura infantil como crítica radical (Donzelli), es este: «Los libros que podríamos colocar completamente en el estante de la literatura infantil no son los que transmitir un mensaje específico, pero ellos son los que no sirvenaquellos que con su desvergonzada inactividad encierran algo que va más allá de las preocupaciones, expectativas, necesidades de los adultos y de la sociedad».

El profesor cita títulos como Mary Poppins, En la tierra de los monstruos salvajes, Alicia en el país de las maravillas, El joven Holden, Peter Pan, Pippi Calzaslargas, Little Blue y Little Yellow para mostrar cómo las historias «que no han dejado de decir lo que tienen que decir» (para citar a Italo Calvino) son precisamente las de los que no recorren los caminos marcados, de los que no son prudentes, escrupulosos.

Los libros destinados a la literatura infantil no son los que transmiten un mensaje concreto, sino los que no sirven para nada (Foto Getty)

Los niños no siempre son sinceros.

Pero sin hacer de la rebeldía un deber y de la excelencia una prisión, son las que hablan de niños y niñas a su manera rebeldes, como Caperucita Roja, que comienza a zigzaguear por el bosque en contra de todas las indicaciones maternas, o como Gretel que, en el cuento de los Grimm, arroja a la bruja al horno y libera a su hermano Hansel.

El segundo mensaje es aún más explosivo y se refiere a la forma en que entendemos la infancia hoy. Hijos de la literatura, subraya Grilli, «no nos agradan: nos inquietan, nos inquietan, nos asustan«. Al fin y al cabo, como siempre han sabido los grandes autores, desde Charles Dickens hasta Roald Dahl, los niños, incluso cuando se pierden entre amapolas, estrellas, briznas de hierba, no siempre son criaturas cándidas y azucarados como a los adultos les encanta imaginarlos. A su alrededor se cierne un aura de tristeza, melancolía, ira. «Los niños se nos escapan. Esto es lo que saben los raros adultos que realmente los miran.

La literatura infantil no tiene por qué ayudar

Mostrarse a la altura de su complejidad es una tarea difícil para quienes aspiran a escribir para niños. El que lo hace bien es Beatriz Alemanauno de los mas importantes autores e ilustradores de libros infantiles para el mundo. En sus obras (publicadas en Italia por Topipittori) propone un signo rebelde y esquivo frente a las representaciones simplificadas y muñequeras del mainstream editorial.

Algunos de sus personajes, como Pasqualina (el murciélago soñado de Manco) podrían incluso ser considerados feos. «La ternura nunca me ha interesado», explica Alemagna. «A mis ojos, lo feo, lo deforme, el monstruo están llenos de misterio y encanto». A menudo en algunos sus diseños también mezclan lo masculino y lo femenino. “Creo que la literatura infantil, precisamente por estar dirigida a seres en construcción, no debe tener como finalidad la enseñanza. De hecho, creo que no tiene por qué ayudar en absoluto. Si algo un libro es como un viaje que se queda adentro, que enriquece y plantea algunos interrogantes. No importa si la respuesta no está ahí».

De acuerdo contigo Grilli: «La finalidad de la literatura infantil no es ética ni puramente estéticaa». En todo caso, “es ontológicoen el sentido de que nos invita a profundizar, explorar y recordar algo que se descuida en la cotidianidad, y que es imprescindible».

Tenemos que tolerar lo inesperado.

Desde este punto de vista, la elección de los temas es decisiva. En Adiós Blancanieves Alemagna, por ejemplo, reescribe la historia de los hermanos Grimm optando por hacer suya la voz de la madrastra-bruja que, entre gestos torpes y cabellos despeinados, encarna la maldad, los celos sin descuento. Lo mismo sucede en los clásicos que en Pinocho y Coraline donde, junto al amor, la vida, el dolor y la tristeza encuentran espacio.

Tal como ocurre en algunos libros propuestos por la editorial LupoGuido, entre ellos Sueñocito o Guinefort que acercan a los más pequeños al tema del amor y la muerte, en la práctica de la vida. Grilli destaca: «Si hoy en día están de moda tantos libros que parecen un instructivo fo bien es porque hay una fuerte presión de los adultos dirigida a aspirar ilusoriamente a los más pequeños respecto a esos matices de sentimiento que a nosotros mismos nos cuesta gestionar».

La literatura infantil también afecta a los no niños

En este sentido, agrega Silvia Vecchini, autora premiada y multitraducidala literatura infantil más bella «no es -sólo- aquella que se interesa por la totalidad de lo humano, que intercepta el lado perturbador de los niños, sino también aquella que plantea una crítica radical a nuestros hábitos, a nuestros prejuicios, revelando su ambigüedad».

Por eso, concluye Grilli, se podría decir que la la literatura infantil a veces tira incluso de nosotros que ya no somos niñoslos que como padres y educadores toleramos lo inesperado poco y mal, lo desconocido, los que, en el campo de la educación, castigamos a los que no saben mantenerse dentro de los límites (de una sábana, de un pupitre, de un espacio ).

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