Ezra Koenig de Vampire Weekend (imagen de archivo)
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A los 29 años y con el disco “Modern Vampires Of The City” (2013), Ezra Koenig estaba en la cúspide de su creatividad: art rock pantanoso de un niño judío blanco que, con su homenaje al worldbeat, tenía muchas ganas de experimentar , rebelde, pero a ninguna vez le sonó excesivo. A los 35 (y luego de la partida de su simpático compañero Rostam Batmanglij), Koenig regresó como una especie de Ed Sheeran para los hipsters.
Al igual que Sheeran en su cuerpo de trabajo, Koenig viste canciones tanto personales como políticas en arreglos extremadamente aburridos en “Father Of The Bride”. La declaración contra el racismo “Harmony Hall” se presenta como una fogata cantando, “This Life” se balancea sobre la presión de querer hacer del mundo un lugar mejor para una celebridad, y el jazz “Unbearably White” parece como un malhumorado arrodillado ante críticos que acusan a Vampire Weekend de apropiación cultural. El corazón de nadie podría ser lo suficientemente grande como para interpretar con benevolencia estos errores como subversivos.
El uso de muestras es aún más erróneo. Por ejemplo, la pieza coral melanesia de Hans Zimmer “God Yu Tekem Laef Blong Mi”, que no complementa con elegancia “Hold You Now” de Koenig, sino que la estructura de manera decisiva. Igual de incómodo es el intento, como en “Big Blue”, de imitar el entonces popular silencio de Billie Eilish con murmullos. Las tres apariciones especiales de Danielle Haim son las mejores. Es una alegría inesperada que ella, entre todas las personas, que con su banda Haim nunca pudo estar a la altura de la exageración que la rodea, se destaque de esta payasada de 18 canciones.