Augusta Masters, un poema dibujado en los árboles: cada hueco es una historia

Augusta National ha estado así desde 1932 y es el hogar del único Major que nunca ha cambiado de lugar. A los espectadores ni siquiera se les permite correr o usar teléfonos celulares

por nuestro corresponsal Matteo Dore

6 de abril
– AUGUSTA (Estados Unidos)

Un poema dibujado en los árboles. Así es el Augusta National, el campo inventado en 1932 por Bobby Jones y Clifford Brown, donde cada año se repite el milagro del Masters, el único de los 4 Majors que se disputa siempre en el mismo campo. Quien ingresa al Nacional da un salto en el tiempo, como en ciertos cuentos de hadas uno cambia de dimensión al entrar en un armario o al abrir una puerta prohibida, quien tiene la suerte de tener una entrada se convierte en parte de una postal atemporal. Aquí los espectadores se llaman Patronos y tienen derecho a asistir a uno de los espectáculos más grandes del mundo, pero no pueden correr, no pueden usar sus teléfonos celulares -y si alguien necesita llamar urgentemente a casa pueden usar una de las cabinas telefónicas dispersas a lo largo de la ruta.- no pueden hacer ruido. No obstante, pueden entrar en la tienda que vende todo el material con el logo de Masters: un privilegio, porque no hay venta online oficial. Todo como hace diez, veinte, setenta años.

MUNDO POR SEPARADO

Los agujeros llevan el nombre de una flor. El verde brillante de la hierba solo se ve interrumpido por el marrón de las agujas de pino en la base de los árboles y el lila de las azaleas que decoran todo el camino. Tal y como explican los jugadores que lo han probado, el Masters no se puede preparar en otro lugar. Las ondulaciones del campo, los desniveles, la velocidad del green, son cosas que solo se encuentran aquí, no en otra parte. Los que llegan por primera vez tienen un par de días para acostumbrarse y luego confiar en la suerte, tanto desde el ’79 hasta hoy nadie ha ganado nunca como novato. Todo en el Masters es una tradición: hasta los bocadillos tienen su particularidad que no se encuentra en ningún otro lado. Dicen que el sabor del bocadillo de queso pimiento es inimitable. Y cada hoyo tiene mil historias que contar. Pero hay tres que son más especiales que los demás. 11, 12 y 13. Nombres oficiales: cornejo blanco, campana dorada, azalea. Juntos forman el Amen Corner, un rincón en el que puede que no ganes el torneo, pero sin duda puedes perderlo. Para información pregúntale a Tiger Woods quien en su última aparición, en 2020, terminó 12, que es un par 3, en 10 golpes. El Amen Corner es un lugar donde flotan los fantasmas del golf, donde aún se escucha el estruendo de los gritos hacia el cielo, las maldiciones por las bolas que han ido al agua, el eco de las esperanzas frustradas. Debe su nombre a un periodista estadounidense de Sports Illustrated, Warren Wind, quien en 1958 lo llamó así diciendo que se inspiró en una canción de jazz en boga en aquellos años, “Shouting at Amen Corner”.

LOS AGUJEROS DECISIVOS

Una referencia que hace bien el concepto de oración lanzada hacia el cielo, esperando que las cosas salgan bien. El hoyo 11 es un par 4 cuesta abajo. La calle es estrecha, es fácil terminar justo debajo de los árboles. Muchos jugadores no se arriesgan a dar en el green de dos golpes y prefieren quedarse cortos para un golpe más seguro. Pero para cualquier profesional, la prudencia va contra natura. Siempre están buscando lo mejor, cada tiro debe crear la posibilidad de ganar. Pero el 11 es así, el riesgo es solo para los más valientes. El green, duro, rápido, ondulado como todos los greens de Augusta, está bordeado por un arroyo, Rae’s Creek, que se convierte en el protagonista del hoyo 12. Corto, difícil, bonito. Son unos 140 metros, pero entre el tee y el green está el Rae’s Creek donde es muy fácil terminar. También lo hizo en 2019 Francesco Molinari, que hasta entonces iba en cabeza pero que por ese error tuvo que despedirse de las esperanzas de ganar el Masters. El 12 es un hoyo traicionero porque el green corre horizontal. Hay muy poco espacio después de la corriente y siempre existe el riesgo de ir en largo. Necesitas precisión y frescura, algo que no siempre es fácil de conseguir cuando hay una chaqueta verde en juego. Además, entra en él el viento, difícil de interpretar porque el green está protegido por plantas y azaleas, pero la presencia de agua crea mini corrientes de aire que mueven la bola en vuelo. Incluso las tomas que parecen perfectas terminan mal. Luego está el 13, una larga subida donde los jugadores tienen tiempo de sobra para pensar en el desastre que acaban de cometer o para felicitarse por haber salido con vida del Amen Corner. La trampa perfecta en un rincón del Paraíso. El Nacional de Augusta.



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