Crimea, con 26.000 kilómetros cuadrados casi del tamaño del estado federal de Brandeburgo, tiene una historia accidentada. Gobernada durante siglos por griegos, turcos y tártaros, la península de importancia estratégica en el Mar Negro perteneció inicialmente a Rusia después de la Segunda Guerra Mundial. Antes de eso, Crimea todavía se consideraba una república autónoma dentro de la Rusia soviética durante el curso de la Revolución de Octubre.
En 1954, el entonces líder ucraniano del Kremlin, Nikita Khrushchev, declaró que la península, que estaba habitada en su mayoría por rusos, formaba parte de la República Soviética de Ucrania.
Tras el colapso de la URSS, Ucrania declaró su independencia en 1991. Un año después, el gobierno central de Kiev impidió un referéndum sobre la independencia de Crimea que buscaban las fuerzas prorrusas. Como concesión, se declaró una república autónoma con amplios derechos.
En 2010, Rusia y Ucrania firmaron un contrato para el suministro de gas ruso; a cambio, se amplió el contrato de arrendamiento con la Armada rusa en Crimea. Ubicada en la península, Sebastopol ha sido la base principal de la flota rusa del Mar Negro desde el siglo XIX.
En marzo de 2014, Rusia anexó la península.
Fuente de la imagen: ZDF