Asaltan regularmente la tumba de los hijos de Elke: ‘Se te rompe el corazón’


1/5 Elke Hartman en la tumba de sus hijos Julian y Sofian (foto: Imke van de Laar)

Todo Hartman de Veghel no puede comprenderlo. El domingo por la noche, la tumba de sus hijos Julian y Sofian fue robada en el cementerio de Zuidergaard. Por enésima vez. Durante cuatro años, las mariposas, los osos y las flores han desaparecido regularmente de la tumba. “Esto es inhumano, ¿por qué alguien haría algo así?”, se pregunta Elke entre lágrimas.

Conmocionada, Elke se encuentra ante la tumba de sus hijos Julian y Sofian. Ahora hay mariposas y flores otra vez, pero el domingo por la tarde ya no estaban. “Robado”, suspira Elke.

Casi todos los días va a la tumba de Julian y Sofian, quienes murieron durante el embarazo. Los artículos se eliminan regularmente. “Me enoja y me entristece, te rompe el corazón. Es increíble que la gente camine sobre una tumba y se lleve cosas. No creo que se den cuenta de lo que se siente. Tiene mucho valor para nosotros”.

“Todas las plantas, osos y mariposas desaparecieron. Entonces te rompes”.

El saqueo de tumbas empezó hace cuatro años. Pero últimamente ha estado empeorando. La semana pasada incluso golpeó dos veces. “Llegué aquí y todas las cosas se habían ido. Las plantas, los osos y las mariposas. Luego te rompes. Eso es inhumano”.

Elke no entiende por qué alguien hace esto. “Me pregunto qué hacen con él. ¿Decoras tu jardín con él? ¿Entonces te sientas y miras tus flores por la noche y estás feliz?”

“De esta manera, en lugar de un lugar de comodidad, se convierte en un lugar donde vas con miedo”.

Cada vez es más difícil para Elke encontrar la paz en la tumba. Llorando, dice: “Cuando llego aquí, ya tengo miedo de que todo se haya ido. Entonces, en lugar de un lugar de comodidad, se convierte en un lugar donde vas con miedo”.

Ella ya ha denunciado el robo de tumbas varias veces. Pero hasta ahora eso no ha arrojado nada. “Siempre escuchamos lo mismo: que no se permite colocar cámaras en el cementerio. Entonces un ladrón tiene privacidad, pero los difuntos no tienen paz”.

Al contar su historia, Elke espera que la gente del vecindario vigile las cosas. Y que el ladrón se dé cuenta del sufrimiento que causa. “Espero que alguien así entienda lo que esto le hace a la gente. Que solo quieres darles a tus seres queridos un lugar de descanso. Y que cuando llegas aquí y todo está destruido, eso realmente no es posible”.

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