Sentarse junto al teléfono móvil es emocionante para más de 191.000 estudiantes de secundaria, a quienes el miércoles se les informará si han aprobado. ¿Se puede quitar la bandera, es una amarga decepción o primero hay que volver a examinarse? Sietske, de 16 años, de Waalwijk, también espera ansiosamente. “El teléfono está al máximo volumen, así que al menos no puedo perder la llamada”.
Los minutos parecen horas en la tarde de este miércoles. Los padres de Sietske, sus abuelos y su novio están sentados en el sofá y todos esperan fervientemente que pronto lleguen buenas noticias del colegio.
“A veces era como si estuviéramos hablando de ruso y chino”.
Los últimos meses han sido difíciles para Sietske. Inglés, holandés, geografía e historia, todo ese estudio a veces no era fácil. “De vez en cuando era como si estuviéramos hablando de ruso y chino”, reflexiona la madre Nienke. “Pero al final nos encontramos. Era importante que ella tuviera sus prioridades claramente en orden”.
Cuando suena el teléfono poco después del mediodía, la habitación queda en silencio. Todos contienen la respiración. Y luego están las palabras redentoras: ‘¡Lo has conseguido!’. Sietske esboza una sonrisa radiante, seguida de un profundo suspiro. Se oyen estruendosos aplausos desde el sofá, hay besos y una gran faja para la cumpleañera.
Ahora que terminó su etapa en la escuela secundaria, Sietske quiere estudiar Diseño Espacial en Rooi Pannen. Pero ahora ha llegado el momento de la celebración y la dichosa ociosidad. ¿Y los libros de texto? Eso podría provocar un incendio.