Amar el arte con Vittorio Sgarbi. La paradoja del amor


q¡Cuántas declaraciones de amor! ¡Cuántas ficciones! cuantos suspiros! Vivimos de poemas de amor, de canciones de amor, y a veces también compartimos los más sutiles e ingeniosos, como los de Pedro Salinas, de la colección La voz debida a ti: «Tu manera de amar/ es dejarme amarte./ El sí con el que te abandonas/ es el silencio. Tus besos/ me ofrecen tus labios/ para que los bese./ Nunca las palabras y los abrazos/ me dirán que exististe/ y me amaste: nunca./ Hojas en blanco,/ mapas, teléfonos, augurios me lo dicen; / tú no . Y te estoy abrazando / sin preguntarte nada, por miedo / a que no sea verdad / que tú me vives y me amas. / Y te estoy abrazando / sin mirarte ni tocarte. / nunca debo descubrir / con preguntas, con caricias, / esa inmensa soledad / de amarte a ti sola.»

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Es la paradoja del amor, y también es la duda de que el amor expresado no sea correspondido.. Salinas lo soluciona interpretando el silencio como ofrenda, como entrega, como silencio/asentimiento. Tu forma de amar esconde la duda de la indiferencia.

Hay un código de silencio, una discreción y pudor de sentimientos. que a veces son más auténticos que una declaración. Estoy más seguro de haber amado, manteniéndolo en secreto, que declarándolo para convencerme de lo que no estaba dentro de mí. Y por eso pensé que es conmovedor tu lamento por el amor que no se manifiesta. Y no me deja indiferente.

Pero el silencio no indica mi insuficiencia, sino tu incomprensión.. Y quizás mi timidez o mi incapacidad. Para evitar el riesgo de fingir. Porque para mí amarte es tan sencillo y natural que es como respirar. Tan pronto como pienso en ti tengo una oleada espontánea de felicidad, no tengo que escribirte; para mí eres como el aire, como el cielo, como la serenidad de un día plácido. Tranquilizador e irremplazable, no tengo por qué decírtelo. Lo eres y lo eres para mí. Para siempre.

Pero el amor es también el miedo a perder el bien que también parece deseable a los demás.. Nadie lo dijo mejor que Shakespeare, en el soneto XLVIII, traducido por Montale. Lo ves ahí, amor, siempre a punto de perderlo: «¿Con qué ánimo, al partir, las encerré, / mis baratijas, y con qué candados, / para encontrarlas, sin usar, para mi solo uso, / por manos de ‘otros, codiciosos, seguros./ Pero tú que haces estas/ joyas menos que nada si te muestras, tú mi primer/ consuelo y ahora mi preocupación, sigues siendo presa/ de todo sinvergüenza que se te acerque./ No te lo he puesto en algún ataúd, fuera / de aquel en el que no estás, aunque te siento / aquí también: en el asilo de mi corazón / donde vienes y vas como te place. / Ser Me lo han robado, entonces: si acontece/ que hasta la virtud es ladrona con tal bien.»

Mario Reviglione: “La poeta Amalia Guglielminetti”, 1911-1912, Colección particular (foto de Luca Vianello, Turín).

El bien más preciado es el que corre mayor peligro. Quizás entonces, la ironía, el retraimiento, la prudencia de no permitirse, expresada como la propia mutilación, un límite, La negativa honestaa por Guido Gozzano: «Mi juego de sílabas te engañará./ Vendrás a mi casa desierta:/ aumentarás la multitud de desengañados./ Sé que eres bella y loca en la ofrenda/ de ti misma. Tú misma, hermosa presa cierta, / ya casi me ofreces en las palmas abiertas. / Pero antes de conocerte, con gesto franco / te detengo en el umbral, amigo, / y te rechazo como a un mendigo./ ¡No soy él, no soy él! Sí, esto/ quiero gritarte en sincero rechazo,/ para que después no maldigas./ ¡Yo no soy él! ¡No lo que te parezco, / lo que sueñas de espíritu fraternal! / Bajo el verso sabes, tierno y alegre, / seco está el corazón, estridente de burla / como siliqua estridente en invierno, / vacío de semillas, colgando del zarza…/ Para mantenerte inmune a bajos pensamientos/, la conciencia te despide/ sinceramente, en versos más sinceros…/ Pero (eres hermosa) no me dejes verte:/ el deseo de la bella presa/ mentiría el amor que esperas./ ¡No puedo amar, Illusa! ¡No he amado/jamás! Esta es la desgracia que escondo. / Triste busqué el amor para el mundo, triste deambulé por mi pasado, / niño malcriado vicioso, / tras la pista del placer errante… / ¡Ah! ¡No vuelvas tus piececitos/ hacia el alma oscura de los que callan!/ ¡No me tientes, pálido seguidor!…/ Por tu sueño, por el sueño que te di,/ No soy el indicado, yo ¡No soy el que piensas!/ ¡Tienes curiosidad por dejarme en paz!»

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