El conocimiento aumenta, falta la conciencia
Frente al aumento del conocimiento del fenómeno, al que contribuyó significativamente la reacción al feminicidio de Giulia Cecchettin, sigue siendo evidente entre los más jóvenes una dificultad para reconocer los abusos, especialmente por parte de las propias víctimas. Según el último estudio de la Fundación Libellula, por ejemplo, uno de cada tres adolescentes italianos ha sufrido un episodio de violencia y uno de cada cinco jóvenes es incapaz de reconocer el abuso en las relaciones.
La dificultad, por tanto, parece ser saber distinguir claramente la frontera entre formas de amor y formas de violencia. El deseo de posesión y control, “facilitado” por las redes sociales y los teléfonos inteligentes, todavía puede confundirse con interés. La educación emocional se vuelve entonces fundamental, incluso antes que la educación sexual, que encuentra espacio en los currículos escolares.
Ante cifras como las del Tribunal de Milán, por ejemplo, que nos dicen que los delitos de género (violencia sexual, malos tratos, actos de persecución) suponen un problema, especialmente entre los jóvenes, no podemos confiar en iniciativas puntuales de institutos individuales. . “Lo que estamos viendo es que los jóvenes siguen perpetuando un modelo de dominación masculina en las relaciones”, comenta el presidente del tribunal, Fabio Roia.
La pornografía reemplaza la educación sexual
Lo que hace aún más urgente la intervención en el ámbito de la formación es la cada vez mayor facilidad de acceso a vídeos pornográficos, que sustituyen la educación sexual y sentimental de los jóvenes, a veces desde la escuela primaria, cuando falta el control de los padres. Para Stefano Cirillo, psicoterapeuta pionero en la protección de menores, “hay que tener en cuenta la creciente precocidad de la iniciación a la sexualidad en ausencia de alfabetización sentimental. Hoy en día, junto a la persistencia de una dimensión romántica tradicional del enamoramiento, ha surgido una visión de la sexualidad reducida al puro consumo, condicionada significativamente por el fácil acceso al porno”.
Por tanto, la opinión sobre los caminos a seguir es unánime: educación, recursos para las escuelas, educación sentimental obligatoria y estructurada y formación para profesores y directores de escuelas, educadores y educadoras. Las buenas intenciones no bastan, se necesitan acciones concretas, es urgente un debate directo con quienes ya trabajan sobre el terreno, empezando por los centros contra la violencia. Cambiar la cultura no es un concepto abstracto: significa aprender a reconocer aquellos signos que pueden conducir a la violencia, significa superar los estereotipos de género, enseñar a los jóvenes a lidiar con la ira y la frustración incluso en las relaciones románticas, enseñar el respeto por la diversidad de género en las escuelas primarias, escuelas infantiles. Y darle al lenguaje la atención que merece.