Activistas bloquean la entrada al Rabobank: «Dejen de destruir la naturaleza»

Un grupo de más de treinta activistas climáticos bloqueó el miércoles la entrada al Rabobank en Fellenoord, en Eindhoven. Estos son activistas de Extinction Rebellion y Greenpeace. Se paran frente al edificio con pancartas y vestidos como cerdos y vacas. También se manifiestan en otros tres lugares de los Países Bajos. Según un portavoz, sólo se marcharán si Rabobank cumple dos requisitos.

«El banco debe prometer no invertir más dinero en una agricultura que conduzca a la destrucción de la naturaleza y debe pagar por los daños causados ​​por la agricultura», explica el portavoz.

Al principio, los activistas climáticos querían entrar y ocupar el edificio. Pero cuando llegaron a la entrada del Rabobank, ya se encontraron con guardias de seguridad y policías. Por eso los activistas bloquean ahora la entrada principal y la entrada del personal en la parte trasera. Han colgado pancartas con textos como ‘Dejen de matarnos’ y caminan con trajes de animales.

«Dejen de destruir, comiencen a compensar» es el lema de los manifestantes del miércoles. Según los activistas, el banco debe «pagar por los daños causados ​​por el nitrógeno». «Se trata de al menos 3.100 millones en los Países Bajos y 9.500 millones en Brasil».

‘Sufrimiento animal innecesario’
Los activistas no eligieron al Rabobank al azar. «En los Países Bajos, el consejo de Rabobank ha animado a los agricultores a tener cada vez más animales y a endeudarse cada vez más», afirma el portavoz Ronald van Marlen.

Según Extinction Rebellion, esto provoca un sufrimiento animal innecesario. «Los agricultores han recibido poco apoyo en los últimos años para trabajar más en armonía con la naturaleza y muchos están profundamente endeudados». Eso tiene que parar, es una de las exigencias.

La segunda exigencia de los ocupantes es que el banco pague, entre otras cosas, los daños causados ​​por el nitrógeno. Según Extinction Rebellion y Greenpeace, esto ha ascendido a casi 13 mil millones de euros desde 2000. «Esto incluye, entre otras cosas, los costes de la contaminación del agua, la tierra y el aire, y su impacto en la salud de las personas en los Países Bajos y Brasil», afirma van Marlen.

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