La historia del partido amistoso de 1971 entre los rossoneri y la selección griega, que degeneró en rifirrafe sin motivo aparente
Cuando Rivera marca, los hinchas griegos -por decenas- invaden el campo y señalan como toros al árbitro cuando ven el color rojo. Parece una escena de película, con el oscuro callejón sin salida, los cubos de basura presidiendo el vacío, los delincuentes avanzando con palos y nuestro protagonista que mira a su alrededor e intenta escapar. Y no, no hay escapatoria. Lo rodean, lo empujan, lo tiran, comienzan a golpearlo brutalmente. Patadas, puñetazos, raspaduras. Es una paliza sin sentido. El obsesionado golpeó al árbitro durante un par de minutos larguísimos, mientras el pobre primero intenta defenderse y luego -considerando la mala atajada- se tira al suelo y trata de protegerse la cara tapándosela con las manos. Entonces la furia termina. En ese momento -solo en ese momento- intervienen los directivos, llaman a una ambulancia, llevan al árbitro al primer hospital.