Para el 89% de una muestra de italianos, los sobornos y los abusos de poder son un problema generalizado. El 43% cree que han aumentado en el último año. Una percepción, descrita en las estadísticas de 2022 de la Comisión de la UE, que se suma a las emergencias reportadas en el informe sobre el estado de derecho en Europa, entre ellas el limitado acceso a la información sobre la financiación de los partidos en nuestro país.
Sin embargo, todo esto no se refleja en los programas electorales: el capítulo de “lucha contra la corrupción” es escaso, si no es que está ausente. Un detalle que no se le ha escapado, por ejemplo, al consejo asesor de Transparencia Internacional Italia, dispuesto a presionar por una integración de la agenda política en la lucha contra el crimen y que ha elaborado siete propuestas.
Los archivos abiertos
Los temas en juego son muchos. Está la adaptación de la legislación de denuncia de irregularidades a las directivas europeas y la ley de lobbying estancada en el Senado con la caída del gobierno de Draghi. Pero también el fortalecimiento de la Anac y la disciplina del abuso de poder, el tráfico de influencias y la corrupción entre particulares, hasta la simplificación administrativa, la promoción de las mejores prácticas en la gestión pública y la actualización del decreto legislativo 231/ 2001 sobre modelos organizativos y la ley 190/2012 sobre transparencia en las Administraciones Públicas
Además, el problema no es sólo la alta percepción de la difusión del fenómeno de la corrupción, en parte resultado del enfoque demagógico o populista de los últimos años. Los sobornos son un asunto de toda Europa. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo el miércoles pasado: “Si queremos ser creíbles cuando pedimos a los países candidatos que refuercen sus democracias, también debemos eliminar la corrupción dentro de la Unión”. Por ello -anunció- “el próximo año la Comisión presentará medidas para actualizar nuestro marco legislativo para la lucha contra la corrupción”.
En Italia el fenómeno sigue siendo alarmante. Baste considerar que entre 2014 y 2021 solo la Guardia di Finanza denunció a 25.725 personas por este tipo de delitos, de las cuales 2.269 terminaron detenidas. El capital investigado y luego incautado ascendía a algo menos de mil millones de euros, es decir 954,2 millones. A ello hay que sumar los informes de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) del Banco de Italia, sobre el riesgo de que tras los contratos de Pnrr se escondan formas de infiltración delictiva y corrupción.