A sus hijas, de hermosos nombres Viola y Sole, Camila Raznovich dedicó su nuevo libro, No te pongas cómodo. Bienvenidos a la era del cambio


Aldo Cazzullo (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

«TTodo comenzó en un momento preciso, cuando, Durante el encierro, me encontré encerrada en casa con mis hijas. – con quien estaba muy feliz de pasar más tiempo – y me di cuenta de cómo, hasta entonces, habíamos vivido en una condición extremadamente protegida y cómoda y lo poco preparados que estábamos para afrontar esa situación».

A sus hijas, de bonitos nombres Viola y Sole, Camila Raznovich ha dedicado su nuevo libro, No te pongas cómodo. Bienvenidos a la era del cambio (Piemmé).

Un libro que parte del momento que todos hemos percibido como decisivo en nuestras vidas, el del encierro, de la pandemia.

Para aquellos que -a diferencia de los médicos, enfermeras, policías, cajeros de supermercados: y muchas de estas personas eran mujeres- no estaban en primera fila, aquellos eran los días del sofá, así como ciertamente de miedo y angustia. Una pausa forzada, un descanso reflexivo.

Pero justo en nuestros sofás sentimos tanto todos nuestros privilegios pasados ​​como toda nuestra insuficiencia. al cambio repentino en el tiempo que se nos da.

Libros, ¿cómo están cambiando los hábitos de lectura de los italianos?

Algunos creen haber solucionado todo negándolo, el cambio: pensemos en el cambio climático, que está ahí para que todos lo vean pero que muchos persisten en no ver. Camila Raznovich, en cambio, te invita a abrir mucho los ojos y adaptarte al cambio, a bailar a su ritmo.

“No te pongas cómodo” de Camila Raznovich (Piemme).

Con el estilo ágil que bien conocen los espectadores Kilimanjaro, Macondo, Los pueblos más bonitos de Italiaen definitiva, sus programas de televisión, el autor nos acompaña a lo largo de los temas de la gran mutación que nos esperaentre los que cabe destacar al menos uno, en el capítulo titulado “La escuela de las plantas y ese anarquista Kropotkin”.

Todo empieza con los enormes ficus que Camila guarda en casa, y con quien cultiva «una relación electiva, que se fortaleció durante el encierro, cuando pasaba horas admirándolo». El resto no se puede contar: sólo hay que descubrirlo.

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