no es bueno. Esas dos palabras están en la punta de la lengua de los refugiados que han sido recibidos desde el jueves en Kamp van Zeist en Soesterberg. La falta de privacidad y las espartanas condiciones de vida han provocado incidentes durante cuatro días. La policía en el lugar no es una excepción. “El estrés aquí es enorme. Mi madre apenas se atreve a ducharse”.
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