Con la victoria electoral del populista de derecha Robert Fico, el tamaño del coágulo antieuropeo en el corazón del continente está creciendo.
“¡Tres adivinan quién ha vuelto!”, escribió el domingo Viktor Orbán, el primer ministro húngaro a menudo obstructivo en Europa, en un tuit en el que no sólo felicitaba al ganador de las elecciones en la vecina Eslovaquia, sino también a él mismo. Porque con Robert Fico tiene un aliado. “Siempre es bueno trabajar con un patriota”, escribió Orbán. El nacionalismo parece, como suele ser el caso, ser un movimiento internacional.
Definitivamente es un regreso. Con un 23 por ciento, el partido Smer-SD de Fico se convirtió en el más grande de Eslovaquia, cinco años después de que Fico tuviera que dimitir debido a las manifestaciones masivas tras el asesinato de un periodista y su prometida. El periodista Ján Kuciak investigó la corrupción y los vínculos entre el partido de Fico y la mafia italiana. En las elecciones siguientes, el Smer-SD sufrió una gran derrota.
La posición del periódico se expresa en el comentario Volkskrant. Es el resultado de una discusión entre los comentaristas y el editor jefe.
El escándalo resultó superable, como suele ocurrir con los políticos populistas (ver Donald Trump). Aunque decenas de políticos, empresarios, policías, funcionarios, jueces y fiscales han sido condenados por corrupción y todavía hay investigaciones en curso contra más de un centenar más, incluido el propio Fico, éste ha sido perdonado por una gran parte de los votantes. Logró aprovechar suficientes barriles de desinformación, nostalgia, resentimiento y descontento (antiinmigración, antiEuropa, antivacunas, antiLGBTI, proRusia) para tomar el poder nuevamente. Ahora es plausible una coalición de (dura) derecha.
Se trata de malas noticias para el Estado constitucional eslovaco, para Ucrania y para Europa. Fico no sólo quiere detener las investigaciones judiciales contra él y sus asociados -lo que significa que el asesinato de Kuciak tal vez nunca se resuelva del todo- sino que también quiere detener la ayuda militar a Ucrania. Está en contra de la distribución de los refugiados en toda Europa y en contra de un ajuste de la toma de decisiones unánime en la UE.
Con Fico al lado de Orbán, el tamaño del coágulo antieuropeo en el corazón del continente está creciendo. Si Polonia vuelve a elegir a la derecha dentro de dos semanas, Bruselas puede emocionarse.
Además del miedo, también hay motivos para la esperanza. El partido proeuropeo Eslovaquia Progresista (PS) obtuvo el domingo el 18 por ciento de los votos, convirtiéndose así, de la nada, en el segundo partido del país. Estos votantes, principalmente de generaciones más jóvenes, prefieren mirar hacia adelante que hacia atrás, y ven sus valores reflejados en las oportunidades y libertades de la UE más que en su pasado comunista-autoritario.
Pero por ahora no les toca a ellos. A corto plazo, se espera que Fico, muy patriótico, se dé cuenta de cuánto se beneficia su país de Europa y de una democracia que funcione.