Ahora Boris Aljinovic busca la verdad como «tío Vanya».

Por Mareike Sophie Drünkler

El ex inspector de la escena del crimen de Berlín no sigue la pista de los criminales, pero Boris Aljinovic persigue la verdad como «tío Vanya». La obra se estrenó el sábado en el Teatro Schlosspark.

El propietario Dieter Hallervorden encargó al director Anatol Preissler la puesta en escena de la historia del tío Wanja, un eterno buscador que encuentra la vida y la búsqueda como una carga. Y además de música, humor y un conjunto fuerte, también trajo a Steglitz una nueva versión del texto. El austriaco convirtió el clásico teatral escrito por Anton Chejov en 1896 en un entretenido encuentro con cuatro hombres que lloraban.

El tío Wanja (Boris Aljinovic) es el que se queja más fuerte. Acosada por la lucha de clases, 25 años de duro trabajo y preguntas sin respuesta, Wanja se refugia en los brazos de la bella Jeléna (Dagmar Bernhard). El problema: Jeléna no es sólo la esposa de su jefe, el profesor jubilado y apasionado entrometido Serebrjaków (Tilmar Kuhn); ella quiere astrow (Mark Weigel).

Cuando la hijastra de Jeléna, Sónja, interpretada por Helen Barke, también se enamora del apasionante médico rural, las pruebas y tribulaciones en la vida de esta funcional familia rusa se salen de control. El idilio rural resulta ser una fachada. Aquí la desgracia parece demasiado grande para ser feliz. Tan grande que ni siquiera la honesta nodriza (Dagmar Biener) logra detener los lloriqueos de los hombres…

Sin embargo, el sábado por la noche hubo muchas risas. Esto se debió, por un lado, a los siete actores, que convencieron al público con mucho sentimiento por sus papeles y el escenario. Por otro lado, estaba el intento de Preissler de ser apolítico: su puesta en escena algo anticuada le quitó pesadez a la obra, pero dejó un regusto amargo a la mención de topónimos ucranianos entre los eslóganes rusos. Sin embargo: vale la pena verlo.



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