Los 500 mejores álbumes de todos los tiempos: n.º 7 y n.º 6


7mo lugar: The Beatles con «The Beatles» (1968)

Todo es blanco: la portada. El ruido. La túnica de Maharishi Mahesh Yogi. Bobtail de Paul McCartney, «Martha». Los dientes de Prudence, la hermana de Mia Farrow, que, no sólo en sentido figurado, permanece en su depresión en lugar de salir, aunque John le pregunta amablemente: «¿No quieres salir a tocar/ saludar el nuevo día?» Los Beatles son Ya no aparece en la portada de su álbum de 1968, ni siquiera disfrazado de banda de música como antes.

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Cuatro entidades en la cima de su creatividad musical que se conocen tan bien que pueden actuar en solitario, como Paul (con un poco de ayuda de Ringo) en Why Don’t We Do It In The Road?, como John en la canción Love para su madre, «Julia», de cuyo trauma de pérdida sólo tomó conciencia con la ayuda de Yoko Ono: «Cuando no puedo cantar mi corazón/ sólo puedo decir lo que pienso».

Así suenan los Beatles cuando los dejas ir por completo: las diferencias en sus identidades personales, sociales y musicales son claras. Su alcance (en cintas analógicas) es inconmensurable, su inventiva infinita y su sonido innovador. Y a veces olvidan lo que pasó y bailan como solían hacerlo: «Si aún no estoy muerto/ Chica, ya sabes el motivo».

Jenny Zylka

6º puesto: Fleetwood Mac con «Rumours» (1977)

Incluso la intelectualidad local no pudo evitar los “rumores” en aquel momento. Así, la revista “Kursbuch” de Hans Magnus Enzensberger reconoció en su edición “Jugend” el “realismo pop moderno”, después de las esperadas quejas sobre el exceso de pulido estadounidense sin ninguna profundidad real.

Fue al revés, y ese fue el arte de la banda: Fleetwood Mac transformó «Trauma, Trauma» (Christine McVie) en un acompañamiento radiofónico para la vida cotidiana, sin negar su núcleo oscuro.

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Porque la realidad para el quinteto, a menudo mudo, en aquella época era negociar el caos de sus relaciones en y alrededor de su música, alimentada también por líneas de cocaína que no necesariamente refuerzan el sentido de la realidad, que puede haberse extendido desde California hasta Alaska. Mick Fleetwood y Stevie Nicks posan en la portada.

Pero a pesar de «Dreams» (su único número uno en Estados Unidos), «Rumours» es ante todo el álbum de Lindsey Buckingham, que impulsó el pre-single «Go Your Own Way» con un solo característico y siempre ha promovido su visión de la perfección. El pop tenía ojos, y por último, pero no menos importante, el de la maravillosa Christine McVie, que se burló de su ex («You Make Loving Fun»), bañó al jefe con un suave sarcasmo («Oh Daddy»), y en el medio le envió un rayo de amor como si de otro planeta («Songbird») y con «Don’t Stop» incluso tenía espacio para un poco de futuro.

Ya en 1977, la mayoría de la crítica consideró que “Rumours” era un clásico, y en eso se convirtió el álbum. Sólo Robert Hilburn («LA Times») escuchó un registro «frustrantemente desigual». Probablemente había leído demasiado a Adorno.

Jörg Feyer

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