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«Estaba de mochilero en Nueva Zelanda con un amigo justo después de la universidad. Nos alojábamos en un pequeño pueblo costero, Kaikoura, que terminó siendo el epicentro de un terremoto de 7.8 a las 12 am una noche. Tembló por lo que parecieron dos minutos seguidos. Tuvimos que arrastrar el culo hasta la cima de una colina debido a una alerta de tsunami. Estábamos desesperados y no agarramos ropa lo suficientemente abrigada, y nos sentamos allí congelados durante casi 12 horas. Las carreteras se habían resquebrajado y terminamos varados allí durante tres días. No había servicio, electricidad, ni agua corriente. El dueño de nuestro albergue conocía a alguien con un manantial, así que conseguimos agua fresca. También nos dejó quedarnos los tres días gratis, súper amable amigo».
«Comimos comida de los puestos de la Cruz Roja y llamamos a nuestras familias con wifi en el hospital. Las personas estaban siendo sacadas en helicóptero por prioridad (ancianos, niños, problemas de salud). El tercer día, nuestra compañía de autobuses turísticos coordinó un helicóptero para que nosotros un pueblo cercano y luego tomamos un autobús a Christchurch. Inmediatamente llamamos a las aerolíneas y cambiamos nuestros boletos para irnos a casa al día siguiente».