“¡Hola, Manhattan!” de Prefab Sprout
Cualquiera que conduzca a Manhattan por primera vez desde el aeropuerto John F. Kennedy, tal vez en un taxi y no en un descapotable abierto como Paddy McAloon, su hermano Martin y la maravillosa Wendy Smith, se siente abrumado por el telón de fondo del rascacielos que se abre en generalmente y más barato sobre el puente de Queensborough, y no sobre el puente de Brooklyn mencionado en la canción. No hay entrada más impresionante en nuestra imaginación de Nueva York. Porque todo es así, todo parece como siempre lo imaginaste. Simplemente mucho mejor.
Tampoco hay otra canción que pueda describir mejor este plato principal. Una canción que suena como la imagen imaginada colectivamente de Manhattan y como el movimiento real hacia Manhattan. Comienza con “Adivina qué, llegó el verano, siento que el mundo está de mi lado” y un zumbido de platillos, con un bajo murmullo suave y cuerdas rasgando el horizonte. “¡Hola Manhattan! ¡Aquí estoy!”, canta Paddy McAloon, compositor y ahora único propietario de la antigua banda Prefab Sprout, que tocaba el pop más glorioso y sofisticado de mediados de los 80, lo canta en el coro con Wendy Smith, quien fuera su novia. En el momento. Cuentan lo que tacharían los turistas, los vagabundos de la 5ta Avenida y “¡mira, ahí está The Carlyle!”, fantasean Sinatra y Kennedy, sienten como si ese lugar, la ciudad, la fantasía añorada les perteneciera.
La canción está en el tercer álbum de Prefab Sprout, From Langley Park To Memphis, lanzado en 1988. La banda estaba en el apogeo de sus carreras, Stevie Wonder y Pete Townshend estaban en letra pequeña, Thomas Dolby estaba produciendo (un poco demasiado), tenían su primer y único éxito entre los diez primeros y la euforia de la buena vida que tuvieron suerte encontraron que todo estaba abierto para ellos resuena en esta canción. Entonces las cosas resultaron de otra manera. Pero “Hey Manhattan!” no sabe nada de eso. La canción es el mejor boleto de entrada para cualquier novato de Nueva York. Es un fondo sonoro y, lo que lo hace especial, un abrazo muy grande y abierto a la vida. Hablaremos de todo lo demás cuando las maletas estén desempacadas.
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