“NoSomos hijos de las estrellas”, cantaba Alan Sorrenti en 1977. Lectura Mirabilis. Cinco intuiciones (más por venir) que han revolucionado nuestra idea del universo de la astrofísica Ersilia Vaudo, te hace sonreír porque la canción, sin querer, evocaba una verdad científica. «Aparte de los primeros elementos más ligeros, nacidos en los primeros instantes posteriores al Big Bang, la mayoría de los demás que componen nuestro mundo nacieron en el corazón de las estrellas o en alguna de las explosiones que marcan su final», afirma el científico, quien en este libro toma al lector de la mano y le cuenta nuestra extraordinaria aventura hacia el conocimiento del cosmos.
Ersilia Vaudo, nosotros con los ojos en el cielo
El ser humano ha estado observando el cielo desde la antigüedad. Durante siglos, aquellos objetos a distancias siderales -incluido nuestro satélite, el Sol y los planetas del Sistema Solar- nos han parecido incognoscibles, dignos de conjeturas relacionadas con el mito o la religión. Entonces, los científicos han entrado en escena al descubrir piezas de verdad de este inmenso rompecabezas, gracias a sus brillantes ideas. La gravedad que hace caer una manzana también es responsable de la órbita de los planetas, palabra de Newton. Yinstein reflexiona sobre la velocidad de la luz y la relación con el espacio y el tiempo para desarrollar su teoría de la relatividad especialseguida de la relatividad general.
El universo deja de ser inmutable, tiene incluso un comienzo -el Big Bang- y Hubble revela la existencia de otras galaxias además de la nuestra. Luego viene Dirac, con una ecuación: cada partícula conocida tiene una especie de gemelo opuesto, la antimateria. El autor nos guía por el camino poniendo este complejo tema al alcance de cualquiera. Graduada en Astrofísica por la Universidad La Sapienza de Roma, Ersilia Vaudo trabaja para la Agencia Espacial Europea (ESA)actualmente ocupa el cargo de Directora de Diversidad en París. También es presidenta y cofundadora de la asociación “Cielo viajero“ que promueve la alfabetización científica de los niños en zonas con riesgo de abandono escolar. “Nos damos la vuelta en un minibús equipado con telescopios y laboratorios para que los más pequeños se ensucien las manos de ciencia y observen el cielo”, subraya.
¿Cómo nació tu amor por este tema?
Tuve el privilegio de crecer en una familia donde se valoraba la ciencia. Mi madre escribía la fórmula química del contenido de los frascos en la cocina para que mis hermanos y yo nos acostumbráramos a otros idiomas. Quería estudiar Filosofía, pero elegí Física porque me daba una sensación de libertad, de empoderamiento. Es el único tema que te saca de la zona de confort de tu experiencia al pedirte que cambies tu forma de pensar.
¿Cuál es la génesis de este libro?
Todo comienza con una Ted Talk de 2015 sobre la resiliencia del universo, en la que conté lo importante que era tener la mente abierta a la llegada de nuevas ideas. El científico debe ser curioso, a veces testarudo. Me apasiona mucho hablar de esta realidad que es más grande que nosotros, que nos ignora y nos contiene, que nos es desconocida pero no antagónica y capaz de activar grandes emociones. El libro nació de la idea de compartir de forma escrita lo maravilloso que forma parte de nuestro día a día.
Earthrise, 1968, y Pale Blue Dot, 1990 son dos fotografías que han pasado a la historia. ¿Por qué?
Representan esas primeras veces en las que nos encontramos con algo inesperado. En 1968, mientras daban la vuelta a la Luna, el astronauta del Apolo 8, Bill Anders, tomó una fotografía de la Tierra saliendo por el horizonte, suspendida en la noche eterna, envuelta en un delgado halo azul. Hizo posible la emoción de mirarnos a nosotros mismos desde lejos. Pale Blue Dot es la última foto tomada por la Voyager 1 cuando salía del sistema solar en 1990: a seis mil millones de kilómetros, la Tierra es un punto frágil e insignificante, “una mota de polvo suspendida en un rayo de sol”. dijo Carl Sagan. Nuestro único hogar. Ese plano me hace pensar en el saludo de un niño que mira a su madre antes de irse el primer día de clases.
Un atardecer junto al mar: nos gustaría que el tiempo se detuviera en ese instante, en realidad estamos viviendo en el pasado. ¿Por qué?
La luz se propaga a una velocidad precisa e insuperable: 300.000 km por segundo. Recorrer la distancia entre el Sol y la costa en la Tierra lleva unos ocho minutos. Así, la escena ante nuestros ojos ya pertenece al pasado. Cuanto más lejos está una estrella, más se remonta la imagen que observamos a un tiempo remoto. La luz de Rigel, en la constelación de Orión, que vemos hoy, comenzó cuando Dante estaba naciendo en nuestro mundo.
El tiempo pasa más lento junto al mar que en la cima de una montaña. ¿Por qué?
Es una de las grandes intuiciones de Einstein. La gravedad también afecta el paso del tiempo. Cuanto más cerca estás de la Tierra, más lento pasa el tiempo. Si vas más lejos, en una montaña o en un avión, el tiempo avanza, aunque sea imperceptiblemente, más rápido.
¿El oro también viene de las estrellas?
Yo diría más bien de su choque. En 2017 se observó por primera vez la colisión entre dos estrellas de neutrones. Se formaron muchos elementos pesados, incluida una cantidad de oro equivalente a diez veces la masa de la Tierra.
¿Las estrellas mueren?
Por supuesto y de diferentes formas, dependiendo de su peso. Cuando se quede sin combustible, el Sol se expandirá y colapsará en una enana blanca. Las estrellas más pesadas pueden convertirse en supernovas y agujeros negros. En 4.500 millones de años, el Sol también se apagará.
En realidad, la galaxia de Andrómeda plantea un riesgo más inminente.
Afortunadamente, no demasiado. Andrómeda está “corriendo” hacia la Vía Láctea. En cuatro mil millones de años, habrá un gran choque.
Con todos estos descubrimientos, ¿aún les queda algo por estudiar a ustedes, los astrofísicos?
Los misterios son todavía muchos. Por ejemplo, sabemos que hay alrededor de 100 mil millones de galaxias observables. Pero con nuestros telescopios solo podemos ver lo que emite luz, que constituye no más del 5 por ciento del contenido del universo. Queda un 95 por ciento que sabemos que existe solo por la gravitación, del cual el 20 por ciento probablemente esté compuesto por materia oscura, mientras que el resto podría ser algún tipo de energía oscura, que llena el universo y es responsable de su aceleración. La misión Euclid de la ESA que comenzará el próximo mes de julio tendrá la tarea de investigar.
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