Cuando Pieter Waterdrinker habla o escribe sobre Rusia, la melancolía nunca está lejos


Arno Haijtema

En secreto, creo que el novelista y ex corresponsal en Rusia Pieter Waterdrinker hubiera preferido estar en la casa de cultura Felix Meritis en Ámsterdam el lunes. Entre los nominados a la cena que, después de una batalla injusta por el favor del jurado, vieron el Premio Libris ir a parar a Anjet Daanje. Pero Waterdrinker no estaba entre los nominados (él era, para citar al difunto Wim de Bies, el tipo frustrado por el que Frank van Putten ‘trataba’). La élite literaria ‘mot’ la primera Telégrafoel empleado no, dice a veces en tuits agraviados. Y así, el escritor de novelas bellamente melancólicas, ungido o no por la élite, se sentó en Hilversum en WNL’s. En 1mientras las copas de champán tintineaban en Ámsterdam.

En ese programa de entrevistas, sin embargo, Waterdrinker estaba en su elemento, porque Rusia, más precisamente: salir de Rusia, fue el tema sobre el que fue cuestionado. Un tema que ha ganado nueva actualidad con la retirada forzosa de Moscú de la corresponsal de NOS Iris de Graaf. Cuando Waterdrinker habla o escribe sobre Rusia, la melancolía, al igual que el humor, nunca está lejos. Ilustra así lo que caracteriza a todo (ex) corresponsal en Rusia: el profundo amor por el país gobernado por los bárbaros es eterno y siempre.

‘Op1’ analiza la salida de Moscú de la corresponsal de NOS Iris de Graaf. A la izquierda junto al presentador Welmoed Sijtsma autor Pieter Waterdrinker.Imagen WNL

El NOS se vio obligado a retirar a De Graaf de Moscú después de que las autoridades rusas la intimidaran cada vez más. Interrogatorio prolongado cuando regresaba del extranjero. Arrestar a los moscovitas que fueron entrevistados, antes de que pudieran pronunciar una sola palabra frente a la cámara de De Graaf. Creció el temor de que ella sufriera el destino que corrió el periodista estadounidense Evan Gershkovich van El periodico de Wall Street ha golpeado: arrojado a la cárcel por la socarrona sospecha de espionaje.

‘Muy triste por Iris’, Waterdrinker calificó su partida forzada, porque es precisamente la combinación de su involucramiento y distancia periodística de Rusia lo que caracteriza su fuerza. “Muestra la progresión desde la recopilación gratuita de noticias hasta el agujero negro”. Durante años, los corresponsales extranjeros han sido más o menos inmunes a la censura militar: ‘Los dejaron en paz’. Pero ahora todos los periodistas están fuera de la ley, y Waterdrinker guarda su corazón por los corresponsales que aún permanecen en Moscú.

Además de ser triste para De Graaf, el final (ojalá provisional) de su corresponsalía en Rusia también significa una pérdida para el suministro de noticias del telespectador. Acostumbrada a hablar de Rusia principalmente en términos de buenos y malos, pero mostró ‘tonos intermedios’ que hacen más justicia a la compleja realidad, analizó Waterdrinker. Ella hizo esto no solo desde un estudio con una vista de la hora pico de la tarde lluviosa de Moscú, sino también en conversaciones con ciudadanos rusos que, intimidados o no, no se anduvieron con rodeos. Y eso fue, bajo Putin, más excepcional de lo que a veces nos damos cuenta en los Países Bajos.



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