Inzaghi y Pioli no pueden estar equivocados. En juego están la Liga de Campeones, el prestigio, la redención. Y la escoria de Riad hace que el desafío sea aún más candente.
Los derbies que no cuentan aún no los han inventado. Basta quitar la fina pátina de tristeza que lo cubre para descubrir que esto también pesa. Y pesa mucho. Hay tristeza y es irrefutable, en el sentido de que Inter y Milán han ganado los dos últimos campeonatos y esta noche se enfrentan a 13 y 15 puntos respectivamente de la punta. Milán ha retrocedido en el momento de la tiranía de la Juventus de los 9 campeonatos. De hecho, para encontrar un derbi tan lejos de los líderes, hay que remontarse al 17 de marzo de 2019: Milán-Inter 2-3, con los rossoneri a 24 puntos de la Juve y los nerazzurri a 25. Desde entonces la brecha se ha ido acortando. cerrado. Pero después de dos años de Milan para beber, Inter y Milan volvieron a chupar con una pajita y Napoli despegó. Las ambiciones de campeonato se han reducido drásticamente.
eliminatoria
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Pero, una vez que se quita esta cáscara de tristeza, hay pulpa debajo. Esperamos un derbi jugoso, porque vale mucho, trivialmente porque es el último de la temporada y por tanto dejará la corona de la ciudad en la cabeza de quien gane. Salvo hipotetizar un derbi de Champions en la parte más noble del cuadro, como ocurrió en 2003 (semifinal). Dura… El orgullo de la supremacía en el círculo de los Navigli siempre ha contado y ahora, más aún, tras los depósitos de los últimos derbis, desde la fiesta del campeonato de Milán con el pensamiento de Ibra dirigido a Calhanoglu hasta la respuesta filosófica del turco desde Riad: “El karma vuelve. Nos los comimos”. Pero hay mucho más en juego que el orgullo.
Futuro en juego
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Con 5 equipos agrupados en 2 puntos, luchando por 3 plazas de Champions, es pecado mortal despilfarrar y, más aún, hacerlo en un partido directo. Dada la salud financiera y el poder adquisitivo de los dos clubes, estar o no estar en la próxima Liga de Campeones abre perspectivas de futuro profundamente diferentes. La Roma, que ayer ganó al Empoli, desprendió al Milan y enganchó al Inter, sumó kilos de presión. De poco serviría un empate. Sería una derrota a medias para ambos. Pero no se trata solo del resultado en sí, porque el derbi no es un partido como los demás: ganarlo o perderlo desata un tsunami de emociones, alentadoras o deprimentes, que sin duda repercutirán en los próximos partidos. Basta ver cómo salió el Milan de la derrota en la Supercopa: dos derrotas con 9 goles encajados. Tras la traumática remontada que sufrió la Roma, el Diablo se convirtió en estatua de sal, se detuvo: 4 derrotas y un empate, eliminación de la Copa de Italia, Supercopa perdida. Este desastre hace que el derbi de esta noche esté al borde de un barranco: reinicio o infierno bajo; orgullo o precipicio. ¿Con qué ánimo se enfrentaría al Tottenham de Conte en la reanudación de la Champions? El Inter se presenta con otra ligereza. Tras el descanso, los nerazzurri ganaron 6 de 8 partidos. El empate (remontada burlona de Monza) y la derrota (Empoli) llegaron, como era de esperar, tras las dos victorias más gratificantes: sobre el líder Napoli y contra el AC Milan en Riyadh. Significa que este Inter es vulnerable a la presunción. Cuanto más fuerte se siente, mayor es el riesgo.
En el laboratorio
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Es por eso que el trabajo psicológico de Inzaghi en la víspera fue un delicado acto de equilibrio. Por un lado, para convencer al equipo de su propia fuerza, como hizo ayer en la conferencia (“Ganarle al Milan nos hizo ganar dos copas”), por otro, para desmentir la creencia de que el derbi ya se ganó porque los milaneses la literatura está llena de desvalidos que se fueron del San Siro con una sonrisa. En cambio, la educación de Pioli es unidireccional: recordar que el Milan siempre tiene el Scudetto en el pecho y que ha ganado los dos últimos derbis ligueros. Un paciente reparando su autoestima desgarrada. No menos dolorosa fue la preparación táctica. Inzaghi se limitó a apretar el botón de “confirmar” y a trazar líneas ya trazadas con un rotulador: el Inter de Riad está bien. Aunque crece, Lukaku no puede sacar a Dzeko que sacó a pasear al Diablo en la Supercopa. Darmian, verdugo del Atalanta en la Copa de Italia, merece el escalafón titular y Calha el volante. Por el contrario, Pioli, en el laboratorio de Milanello, nunca tan blindado, tuvo que experimentar mucho. Ya no puede copiar las hermosas líneas que lo hicieron campeón. Se derritieron. ¿Has estudiado cómo recuperar tácticamente la protección de una defensa en desorden: 4-3-3? 3-5-2? ¿Mesías? El día a día de Pioli es un frenético trabajo de recuperación. Tiene que reencontrarse con la furia creativa de Leao y los goles de Giroud, que ha vuelto abatido y desarmado del Mundial: sólo el inútil gol ante el Sassuolo después de Qatar. Lautaro, que ganó la Copa del Mundo, marcó 5 en la alegría. El Milán también carece de la profundidad de Theo Hernández y, en general, del poder colectivo para poder presionar y permanecer siempre corto como en el pasado. Un indicador de la salud atlética del Diablo vendrá del enfrentamiento Barella-Tonali, ya un clásico. No hay escapatoria: solo cuando pueda permitirse su juego agresivo volveremos a ver el verdadero Milán de Stefano Pioli.
Flechas de banda
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Esperemos batallas por la izquierda (Dimarco-Mkhitaryan, Theo-Leao), sin olvidar que el gol-scudetto de Giroud lo sirvió Calabria y que el de Dimarco lo cocinó por la derecha Darmian y Barella. También hay mucha vida a la derecha. Espere un derbi de fuego. Inter y Milán entrarán al campo recitando el mismo mantra: “Ya les hemos ganado, podemos volver a ganarles”. Cualquiera que haya sido segundo piloto durante toda su vida no se convierte en Senna en el último Gran Premio. Pero el que acaba de levantar una copa y tiene el Scudetto en el pecho se lo cree. Sabe que puede hacerlo de nuevo. Inter y Milan quieren ganar el derbi, porque perderlo dolería demasiado.
5 de febrero de 2023 (cambio 5 de febrero de 2023 | 00:11)
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