Cuando Eising fue el mejor del mundo entre los juveniles en 2009, el mundo se le abrió. Soñaba con convertirse en ciclista profesional, pero nunca alcanzó el máximo nivel en esa categoría. Al cabo de unos años dejó la moto de cross a un lado para andar en carretera. Inicialmente, la camiseta era principalmente un recordatorio de lo que debería haber sido, pero ahora el orgullo está de vuelta con Emmenaar. “Es un título que cada vez me atrae más, pero también lo noto con otros. Cuando doy una clínica, la gente siempre está más impresionada por el hecho de que he sido campeón mundial que por haber ganado el Tour de Groningen dos veces”.