Con nuestro club habitual, recogemos la basura en un estacionamiento. Recogemos bolsas de hierba del asfalto, muchos plásticos, cada vez más colillas y cajas de cigarrillos, no más cartuchos de óxido nitroso. Mientras los demás están ocupados calle abajo, yo recojo latas de cerveza vacías en un rincón donde hay negociaciones abiertas. Un hombre harapiento se me acerca con una bolsa de plástico rellena y una botella de ron medio vacía en la mano. Se para justo frente a mí, mirándome. Retrocedo, pero me da una palmada en el hombro y gruñe: “¡Buen trabajo!”.
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Una versión de este artículo también apareció en el periódico del 4 de febrero de 2023.