Una empresa más podría sumarse al cementerio de start-ups automotrices. Navya, que se especializa en lanzaderas autónomas, ya no puede cumplir con sus obligaciones de pago. La empresa francesa solicitó (pdf), el miércoles 25 de enero, la apertura de un procedimiento de suspensión de pagos.
El valor de las acciones de Navya se desplomó un 92% en seis meses
Fundada en 2014, la start-up con sede en Lyon atraviesa muchas dificultades económicas desde 2020. Durante los ejercicios 2020 y 2021 acumuló pérdidas en torno a los 24 millones de euros. En cesación de pagos, el grupo solicitó la apertura de un procedimiento de suspensión de pagos. Este tipo de juicio puede dar lugar a la puesta en marcha de un plan que va desde una posible reprogramación de pasivos hasta una cesación parcial de la empresa o incluso una liquidación judicial.
A la espera del veredicto, Navya, que cotiza en bolsa en 2018, ha solicitado la suspensión de la cotización de sus acciones en Euronext. En seis meses, el valor de las acciones cayó un 92%, alcanzando un precio casi nulo de 0,03 euros. En su declaración, la compañía dijo que es posible que nunca se reanuden las operaciones.
Este verano, para reactivar la empresa, el grupo Negma, una sociedad de inversión de Dubái, había invertido 36 millones de euros. Sin embargo, Navya nunca encontró un mercado receptivo para sus transbordadores autónomos. El Tribunal de Comercio de Lyon se pronunciará sobre esta solicitud de apertura de concurso el 31 de enero próximo. En caso de respuesta favorable, la empresa podrá continuar ejerciendo su actividad durante el procedimiento.
Navya está lejos de ser la primera compañía de automóviles eléctricos y autónomos en experimentar dificultades económicas. El final de la última década ha visto florecer muchas empresas emergentes en este sector tras las prometedoras pruebas de Google en 2016. Los gigantes tecnológicos y los fabricantes de automóviles han querido aprovechar esto. Hoy, el temor a una crisis económica está frenando el atractivo del sector. Los inversores son más reacios a apostar por proyectos menos rentables. En el mismo campo tecnológico que la start-up de Lyon, Argo AI, aunque apoyada por Ford y Volkswagen, cerró el pasado mes de septiembre.