Mientras se formaba la URSS en la década de 1920, calentaba entre bastidores alguien que, después de Lenin, se convertiría en uno de los rostros de la Unión Soviética: Iosif Vissarionovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin. A finales de la década, se había apoderado de todo el poder mediante un ingenioso juego de poder. Stalin gobernó entonces con mano de hierro y se convirtió así en uno de los responsables de la imagen de la URSS como una dictadura inexorable. Rusia se convirtió, en palabras de Aleksandr Solzhenitsyn, en “el país de las oportunidades sofocadas”.