Por Oliver Ohman
Un año catastrófico comenzó hace 100 años. En 1923 una gigantesca inflación destruyó todos los ahorros. Las consecuencias sociales y políticas fueron terribles.
La inflación ya se estaba sintiendo en enero de 1923. Después de la Primera Guerra Mundial, el gobierno comenzó a imprimir más y más billetes. La imprenta se utilizó sin restricciones para pagar las deudas de guerra y las reclamaciones de reparación de los aliados. Con terribles consecuencias. El marco siguió perdiendo valor y, a finales de año, ya no existía una moneda en funcionamiento.
Antes de la guerra de 1914, un dólar estadounidense costaba 4,20 marcos y un BZ cinco pfennig. En enero había que pagar 40 marcos por un periódico, el tipo de cambio del dólar había subido a 18.000 marcos. Se imprimieron más y más billetes con más y más ceros. Trenes llenos de billetes rodaron por Alemania.
En el verano nadie podía estar seguro de que al final del día el salario sería suficiente para una sola barra de pan. A fines de noviembre de 1923, el pico de la hiperinflación: ¡Un BZ costaba 150 mil millones de marcos, un dólar 4,2 billones!
Todos los ahorros habían sido destruidos hacía mucho tiempo, solo los activos materiales y los bienes raíces valían algo. Solo una reforma monetaria con la introducción del “Rentenmark” puso fin a la pesadilla financiera en diciembre. Ahora los niños jugaban con viejos fajos de billetes como si fueran bloques de construcción. Hasta el día de hoy, los millones y miles de millones de billetes circulan en los chatarreros.
Los historiadores de hoy están de acuerdo en que la hiperinflación de 1923, al igual que la crisis económica, desempeñó un papel importante en llevar a las masas de votantes a los brazos de Hitler desde 1930 en adelante.