6 de diciembre de 2022: El día que el telescopio espacial James Webb capturó un ego en implosión

Ronaldo tiene que parar. Ahora mismo, ahora mismo, ahora mismo. Incluso antes de que se escribiera esta pieza. Inmediatamente. Sin retraso. Olvídense del Mundial, jodan a Portugal, que pronto será expulsado por los franceses, sacrifiquen los 200 millones que Al-Nassr tiene preparados para ustedes al samoem, porque todo se acabó.

6 de diciembre de 2022: El día que el telescopio espacial James Webb capturó un ego en implosión.

Debió parar el pasado verano, tras un último año en Manchester, ciudad en la que llegó a ser Cristiano Ronaldo, la confusión entre ambos nombres un problema antes de recalar definitivamente en el Real Madrid portugués. La Juventus ya estaba un poco arrepentida: cuán excelente aún fue la actuación, la camiseta simplemente no quería usarse. Y luego cerrar en belleza, pensamos, en familiar rojo y blanco.

No, una retirada sin gloria. Perseguido en el desierto por su club, desterrado al banco del país que defendió. Este no es el final para posiblemente el mejor de todos, al igual que las frías luces del estadio de la Ciudad de la Luz hacen de Lionel Messi, con quien comparte un aliento para siempre, nada más que deshonra. Deje que todos deambulen por su camino hasta el final, pero no estos dos.

Un último trofeo cada uno, si no se pelearon en esa maravillosa rivalidad española, al menos en los clubes donde se abrieron paso, ¿qué lindo hubiera sido? ¿Por qué no pudimos parar juntos? Que uno llama al otro y solo pregunta: “¿Qué te parece?” Una rueda de prensa compartida, dos iconos detrás de una mesa y en algún lugar de esa media hora las palabras “sin él no hay nada”.

En cambio, tenemos a Messi sollozando y ahora a Ronaldo enfurruñado. Un argentino que se aburre y un madeirense que tiene que sacar su diversión de un estadio de idiotas burlones cuando se le permite llenar quince minutos sin sentido. Que triste vista Lástima por lo que una vez fue un león.

Seguro que alguien sacará esperanza de esa triste verdad de que nada es para la eternidad. Que ninguna flor vea su corona echada al suelo. ¿Qué será del fútbol sin estos dos? Ronaldo y Messi son jugadores que no existen fuera del campo. Incluso cuando animan, demasiadas personas rompen la pátina. Sólo viven en ese baile, en el instinto que los guía ilesos a través de un bosque de piernas. Son sólo cuando no están pensando.

¿A quién tendrá que mirar pronto el mundo sin aliento? ¿Neymar? Una perra saltando triunfante en el campo del AC Ajaccio, frente a 13.000 espectadores. Sin aliento por los vapores de flor de los maquis.

No, el fútbol está muerto y, como tantas veces, la gente dejó de respirar demasiado tarde. En ninguna parte es más raro un final digno que en el deporte.



ttn-es-31