En 2016, Pieter Verelst ganó el concurso de talentos Cameretten gracias a su actuación visual y sus historias de aspecto surrealista. Todo en su actuación mostró agallas y bravura teatral. El jurado también quedó impresionado por su originalidad y vio una actuación con “una dinámica agradable que encaja a la perfección con el contenido caprichoso”.
Esa actuación se convirtió en una primera actuación de larga duración (Mi hermano y yo) y el humorista flamenco (1990) ofrece ahora su tercer espectáculo: no lo dudes. Todos los componentes mencionados en su primer encuentro siguen presentes: las agallas, la bravura, el surrealismo. Con la gran diferencia de que ya no conectan con el contenido y carecen de idea de dirección.
Verelst abre la función con una divertida obra de teatro escolar, en la que retrata la muerte de su abuela. Cada vez, cualquier cosa menos original, se despierta de la muerte cercana con mucho ruido. El amor por su abuela no se desarrolla más, pero con ella comparte el sueño de tocar en el Cirque du Soleil.
El caballo de su acto de caballos, que tiene que llevarlo tan lejos, interpreta al mismo Verelst, con una capa ondeante y una gran pieza de caja de ritmos de caballos. Pero después de esa introducción, la inspiración parece agotarse. Verelst canta una canción salada sobre un pez dorado y luego flota sin timón de un tema a otro. El hecho de que se trata mucho de animales no conecta las escenas, y cuando el caballo regresa al final, no se siente como una historia terminada en lo más mínimo.
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Jugado
Verelst se pierde, entre otras cosas, en imitaciones de voz de su abuela y juegos de lenguaje en blanco. Muestra una predilección por los palíndromos, convirtiendo “trampa explosiva” en “teta de fiesta” y preguntando a una mujer en la audiencia si la suya está a la izquierda o a la derecha.
Sigue una historia sobre un robo fallido, la lectura de cuentos de hadas de animales que se dice que escribió cuando era niño, un acto con baquetas en el ano y una parodia de un musical. El hecho de que en el medio remarque varias veces que es un caos en su cabeza y que la actuación es incoherente, suena más a coquetería que a autoburla. Si algo demuestra Verelst es que un intento de hacer un cabaret surrealista sin base ni concepto puede resultar en un capricho vacío.
Simplemente no quiere ser gracioso. Los pocos chistes que son reconocibles como chistes son de un tipo cuestionable. Por ejemplo, elogia el cadáver del caballo a los hombres de la sala con un toque sexista: “Recuerden, un caballo muerto no se queja”. Él mismo monta un caballo un par de veces de una manera ambigua, que solo parece pubescente.
En definitiva, es una gran decepción que un talento prometedor, con olfato para un cabaret original y alternativo, se muestre por este lado.
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