Tal vez sea bueno que la FIFA cierre esta farsa del brazalete arcoíris

Bart Eeckhout es el comentarista principal.

Bart Eckout

Rosa Parks no pidió permiso cuando se negó a ceder su asiento a un pasajero blanco en un autobús en Montgomery, Alabama, el 1 de diciembre de 1955. Ella fue arrestada. Mahsa Amini no había pedido permiso cuando decidió quitarse el velo en la capital iraní, Teherán, el 15 de septiembre de este año. Ella pagó por ese coraje con la muerte.

Pero tampoco los atletas estadounidenses John Carlos y Tommie Smith habían pedido permiso cuando levantaron su puño de ‘Pantera Negra’ en señal de protesta el 16 de octubre de 1968 en el escenario de los Juegos Olímpicos de Tokio. Fueron suspendidos. Y el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick tampoco había pedido permiso antes de arrodillarse en 2018 en protesta contra la brutalidad policial racista. Vio su carrera terminada.

El contraste es marcado entre los muchos ejemplos históricos, fuera y dentro del deporte, de protesta político-social sincera y el teatro que algunas asociaciones de fútbol querían montar en la Copa del Mundo de Qatar. En solidaridad con la comunidad lgbq amenazada y discriminada en Qatar y en otros lugares, algunos equipos de países europeos, incluida Bélgica, quisieron participar con un brazalete de capitán con los colores del arcoíris. Una simple amenaza de la federación mundial FIFA, una tarjeta amarilla para cualquiera que use una banda de este tipo, fue suficiente para que los países se tragaran su linda protesta.

Los sindicatos ‘lamentaron’ no haber podido llegar a un acuerdo con la FIFA. Ese fue el final. “Vamos a llevar un brazalete de capitán especial, en contra de la voluntad de la FIFA”, adelantó el director general de la Federación Belga de Fútbol. La cita. Ah bueno, y ahora bueno en la canasta y acuéstate.

Tal vez sea bueno que la FIFA acabe con esta farsa. Sin malentendidos, las comunidades lgtbq en regímenes autocráticos y/o teocráticos como Qatar (o Rusia, o…) pueden usar toda la solidaridad. Pero ese brazalete de arcoíris siempre fue un símbolo demasiado suave y fácil. Nunca ha sido más que un lujo comprarse la salvación, por un deporte y unos deportistas a los que todavía les queda un largo camino por recorrer para prohibir la homofobia y la homofobia en vestuarios y gradas.

Incluso para los estándares inmorales del fútbol mundial, esta Copa del Mundo en Qatar es escandalosa y decadente. Si los países participantes y sus atletas famosos realmente se preocuparan por la difícil situación de los trabajadores esclavos invitados o los homosexuales en Qatar, o la corrupción entre ellos, tendrían doce años para obligar a la FIFA a cambiar de opinión. ¿O cree que este Mundial se hubiera llevado adelante si Alemania, Holanda y España hubieran dicho juntos que no venían? ¿Si Kylian Mbappé, Harry Kane, Cristiano Ronaldo y Romelu Lukaku hubieran amenazado juntos con quedarse en casa?

Eso no sucedió. Y ni siquiera puedes culpar a los atletas por eso. Porque cuando regresen a casa, serán los líderes de sus gobiernos quienes ocuparán su lugar en los hoteles y salones de Doha, suplicando más gasolina. También lo saben muy bien en el emirato.



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