Ucrania muestra cómo el espacio ahora es fundamental para la guerra


El escritor es exsecretario general de la OTAN y miembro del grupo asesor de la Agencia Espacial Europea sobre exploración espacial humana y robótica.

La brutal invasión rusa de Ucrania ha dejado en claro cuán vital es el espacio para nuestra seguridad. En enero, las imágenes de GPS de las tropas rusas reunidas en las fronteras de Ucrania indicaron una invasión inminente. A lo largo de la guerra, los enlaces satelitales han mantenido a las tropas de primera línea conectadas con sus comandantes. Mientras tanto, los lanzacohetes Himar guiados por GPS han ayudado a cambiar el equilibrio de la guerra a favor de Ucrania, permitiéndoles identificar y destruir los depósitos de municiones y la artillería rusa muy por detrás de las líneas enemigas. Este es el primer gran conflicto en el que ambas partes han dependido en gran medida de las capacidades basadas en el espacio. No será el último.

La importancia del espacio durante la guerra en Ucrania refleja cómo la actividad central en las órbitas de la Tierra se ha vuelto para todas nuestras vidas. En los últimos años, EE. UU., Rusia, China e India han fortalecido significativamente sus capacidades espaciales. En una época de mayor tensión geopolítica, Europa no debe quedarse atrás.

Esta semana, los ministros europeos se reúnen en París para debatir el futuro del programa espacial europeo. Una conclusión ya está clara: la seguridad y la prosperidad de nuestro continente dependerán cada vez más de nuestra capacidad para actuar en el espacio. Para ello necesitamos una infraestructura segura, un acceso abierto y seguro y una actividad humana sostenible.

En Ucrania, Rusia apunta cada vez más a la infraestructura civil crítica. Moscú ha lanzado repetidos ataques con misiles contra las centrales eléctricas y la red eléctrica del país. El objetivo es claro: hacer la vida lo más difícil posible a los civiles este invierno. Rusia incluso ha apuntado a la infraestructura fuera de Ucrania, supuestamente saboteando tuberías submarinas que transportan gas a Europa.

Moscú deja en claro que percibe la infraestructura crítica como un objetivo legítimo en cualquier conflicto futuro. Esto incluye activos en el espacio. En los primeros días de la guerra, Rusia lanzó ataques cibernéticos contra los sistemas de comunicación por satélite de Ucrania. El año pasado llevó a cabo pruebas antisatélite en órbita terrestre baja, demostrando que tiene la capacidad de realizar ataques físicos en el espacio si decide hacerlo. Esta amenaza se hizo explícita el mes pasado, cuando un alto funcionario ruso dijo a la ONU que los satélites comerciales de EE. UU. y sus aliados podrían ser “objetivos legítimos para ataques de represalia”.

Europa debe ser capaz de actuar de forma autónoma en el espacio. El mes pasado, el propietario de SpaceX, Elon Musk, tuiteó un «plan de paz» para Ucrania y también amenazó con cortar el acceso a los satélites Starlink de la compañía. Este plan podría haber sido sacado directamente de una unidad de desinformación del Kremlin. Pidió a Kyiv que cediera franjas de territorio a Rusia y se comprometiera con la neutralidad militar. La incursión de Musk en la geopolítica destacó los peligros de los monopolios espaciales. Europa no puede permitir que su infraestructura crítica esté sujeta a los caprichos o tuits de multimillonarios.

La mejor manera de evitar esto es que los líderes europeos impulsen un mercado espacial más abierto y competitivo. Nuestras empresas deben poder competir en igualdad de condiciones, al tiempo que garantizamos que mantenemos las capacidades esenciales dentro del continente. Esto es importante porque la exploración espacial impulsa la innovación. Expande nuestros horizontes tecnológicos, crea nuevas industrias e impulsa la comprensión de nuestro lugar en el universo. Sin embargo, solo puede traer estos beneficios si nuestra actividad allí es segura y sostenible. En este momento, no está claro que ese sea el caso.

En particular, la órbita terrestre baja corre el riesgo de congestionarse peligrosamente con objetos cada vez más grandes. Esto se debe al lanzamiento de megaconstelaciones de satélites por parte de empresas como SpaceX y Amazon. En 2018, solo había 2000 satélites en órbita. Para el final de esta década esto podría ser 100.000: un aumento de 50 veces. Tanto la Agencia Espacial Europea como la NASA han dado la voz de alarma sobre la creciente amenaza de hacinamiento, colisiones y generación de escombros.

Al igual que los recursos de aire, tierra y agua, el espacio cercano a la Tierra es frágil. Se necesitan urgentemente nuevas reglas para gobernar la actividad humana allí. Desafortunadamente, el consenso global es imposible en el clima actual. Es hora de que Europa dé un paso al frente. Hemos estado a la vanguardia para abordar las preocupaciones ambientales en la Tierra, debemos hacer lo mismo en el espacio.

Debemos comprender y abordar los riesgos antes de que sea demasiado tarde. Nuestros académicos y empresas deben trabajar con aliados para comprender qué actividad pueden soportar las órbitas de la Tierra, como hicimos con las rutas marítimas y el espacio aéreo civil. Los reguladores deberían entonces establecer condiciones claras al otorgar acceso al mercado a las empresas de satélites, lo que reduce el riesgo de colisiones.

Europa debe ser audaz. Si no abordamos los problemas de seguridad, seremos más débiles. Si no logramos ofrecer igualdad de condiciones, seremos más pobres. Y si no logramos que nuestra actividad espacial sea segura y sostenible, las generaciones futuras pagarán el precio.



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