Mundial al inicio: vivámoslos con alegría (sin olvidar los problemas)

Muchos elementos envenenan el clima de esta competición que debe ser libre y alegre. El fútbol no es escapismo sino alegría, creatividad y juego. Y nos puede dar una pequeña pero intensa felicidad

walter veltroni

Seamos realistas: es muy difícil vivir con el corazón ligero, como se debe, con la Copa del Mundo de fútbol que comienza hoy. Eduardo Galeano, un gran escritor uruguayo, me dijo una vez que marcaba el tiempo que le quedaba de vida midiéndolo con cuántas ediciones de la Copa del Mundo podía haber visto. Tenía razón, después de todo. La saga futbolística de los cuatro años es una celebración total que se celebra simultáneamente entre los habitantes de Mongolia y los de las Islas Feroe. En todas partes, en el planeta infinito, hay alguien que cuelga su corazón en una cruz, un penalti, una salvada.

Son importantes, no menos que los Juegos Olímpicos. Porque esta Fifa debería tener la amabilidad, de ahora en adelante, de dejarnos vivirlos con alegría, con ligereza, sin una carga en el corazón, incluso cuando la dimensión lúdica de la existencia podría prevalecer sobre la seriedad de la vida cotidiana. No fue así en Argentina en el ’78, cuando la copa fue levantada al cielo por Daniel Passarella mientras sus compañeros eran torturados no muy lejos. Ahora estos campeonatos mundiales se nos presentan como una continuación pura y tristemente coherente del espíritu de la época. En este sentido se asemejan a esta estación de nuestra vida común. Pero a su fealdad, no a sus virtudes.

La cantidad infinita -y desconocida, al parecer miles- de inmigrantes que murieron en el trabajo para construir infraestructura, las violaciones a las normas ambientales denunciadas por The Guardian y diversas organizaciones sociales, la rigidez, por decirlo suavemente, de los procedimientos que llevaron a el cometido de esta edición: todo se parece demasiado a lo peor del mundo.

Y luego, en primer lugar, los derechos humanos. Un embajador de Qatar en la Copa del Mundo definió recientemente la homosexualidad como “daño mental”. Los jugadores más sensibles, ya lo ha anunciado Neuer, resaltarán su disconformidad con los colores del arcoíris que lucen en el brazo.

Hay pues mucho, demasiado, que envenena el ambiente de esta magnífica competición, que no la hace plenamente alegre, libre, transparente como debería ser.

Las declaraciones de ayer del presidente Infantino tienen un sentido: “Me siento qatarí, africano, árabe, migrante, gay. Soy hijo de trabajadores migrantes. Mis padres trabajaron muy duro y en condiciones difíciles. Recuerdo cómo se trataba a los inmigrantes en las fronteras, cuando querían tratamiento médico”. Y para invitar a no tomar lecciones fáciles, agregó: “Nosotros en Europa cerramos las fronteras, creamos extranjeros ilegales: 26.000 personas han muerto tratando de venir a Europa”.

Los italianos faltamos a la cita por segunda vez. Perdón por los chicos de este país, ya probados por el Covid, que crecieron sin vivir la emoción de esta magnífica competición, sin el placer de las noticias del campo de entrenamiento, de seguir los boletines médicos de los lesionados, sin poder imaginar su entrenamiento ideal para cada partido. Las victorias de 1982 y 2006 fueron una ocasión de alegría colectiva increíble, de celebración total. El fútbol puede dar felicidad. Pequeño, fugaz pero intenso e inolvidable.

No llegamos a esta Copa del Mundo en Qatar por un tiempo. Digamos, por diversión y consuelo, que cuando Jorginho – ¡ellos pueden! – falló el enésimo penalti, lo hizo porque era consciente de que habrían sido campeonatos del mundo de invierno, en todos los sentidos.

Sin embargo, es realmente absurdo que las selecciones que han ganado los torneos continentales no tengan derecho a la Copa del Mundo. Digo esto para el futuro…

Hoy empezamos. Todavía puedes experimentar un gran evento, como espectadores y fanáticos, sin eliminar esta conciencia. Los remates de Mbappé, la inteligencia de De Bruyne, la imaginación de Neymar, Messi, Ronaldo se encargarán de poner color.

El fútbol no como escape, sino como creatividad, alegría, juego. y libertad



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