Sobre el Autor:
Maarten Lemmens es estudiante y ávido viajero en tren
A principios de este mes, la NS anunció que reducirá aún más el horario, a pesar de los trenes suelen estar superpoblados. La semana pasada se sumó la triste noticia de que las personas con discapacidad a veces tienen que evitar los viajes en tren debido a las aglomeraciones.
Es poco probable que esta situación mejore en el corto plazo. En los comunicados de prensa, la Sociedad Nacional sugiere disculparse (es decir) que no puede cambiar a las multitudes. A los viajeros que ladran siempre se les presenta la naturaleza insuperable del problema: la escasez de personal significa que es inevitable una reducción progresiva del horario y, por lo tanto, una aglomeración cada vez mayor, según el razonamiento. Mientras tanto, incluso los empleados con funciones de oficina se despliegan como conductores. La compañía parece querer transmitir que está haciendo todo lo posible para evitar la crisis de los viajes.
Ahora que la NS incluso ha decidido tomar tales medidas ad hoc, es difícil entender por qué la compañía sigue manteniendo sus asientos de primera clase, a diferencia de su competidor Arriva en Groningen y Friesland. Tal vez la obstinación esté relacionada con las enormes cantidades de abonos de primera clase que se pagan mensualmente a la NS.
Por supuesto, no hay nada de malo en la idea de que quien paga más recibe más (en este caso, comodidad de viaje); después de todo, este es el caso en varias facetas de la sociedad. Sin embargo, los trenes son una excelente parte del transporte público, son modos de transporte que deberían ser accesibles para todos, o al menos para la mayor cantidad de pasajeros posible. Si bien los asientos de primera clase solían combinarse relativamente bien con los asientos de segunda clase, cuando a menudo todos podían viajar sentados, se han vuelto irrazonables en el contexto de las multitudes de hoy.
Por supuesto, pasar de los compartimentos de primera clase a los de segunda clase no es una bala mágica que convierte los trenes abarrotados en templos circulares. Pero algo es mejor que nada. Sería un emplasto en la herida y quitaría mucha sinrazón. Solo cuando la NS corte las patas de las sillas debajo de sus asientos de primera clase, podrá decir con razón que ha hecho todo lo posible para evitar la crisis de los viajes.