Gran Inter en Barcelona: ¡loco 3-3! Ahora para la segunda vuelta basta con vencer al Plzen

Gran actuación de los nerazzurri, con Lautaro súper: un empate increíble con muchos lamentos

El Inter se va de Barcelona con la cabeza muy alta, con el pecho lleno de orgullo y una calificación que está ahí, se puede tocar con la mano. Pudo y quizás debió ganarlo, después de haber pillado de nuevo a los culés, pasar dos puntos de ventaja y tener una oportunidad más que gigantesca para el 4-3. Neto de todo, de tanta locura que se recordará durante años, el equipo de Simone Inzaghi demostró ser digno de la élite europea: decidido en un ambiente inflamado, cuidadoso en defensa pero sobre todo valiente en ataque. Aparte de un autobús frente a la puerta: si mantienen este espíritu, los nerazzurri son un tren en movimiento.

PRIMERA MITAD

El dilema de Inzaghi en la víspera, uno o dos delanteros, se resuelve con la solución más valiente: Dzeko más Lautaro, ninguna tentación de adelantar a Mkhitaryan sobre el trocar, pese a la necesidad de defenderse bien de los vientos catalanes. Los nerazzurri quieren jugar con el balón tanto como sea posible y no solo colocar el famoso autobús cerca de Onana, y eso se nota en la primera mitad de sustancia. Xavi, en cambio, opta por volver a poner a Ansu Fati en el banquillo para darle otra oportunidad a Raphinha, evanescente en San Siro y decisiva esta vez. Por lo demás, los dos equipos son los esperados, con Calha de director dando las tarjetas y el eterno Piqué regresado a los viejos cuartos, en el centro de la defensa, en lugar del lesionado Christensen. Si acaso, la posición de Sergi Roberto, que suele jugar de mediocentro, es una variante del Barça no fácil de leer para los nerazzurri: sirve para aumentar aún más la presión. Como era de esperar, así lo ejercitan los culés desde el primer minuto con el largo vaivén del balón de un lado a otro del campo. La primera ocasión solo puede venir de Lewa, el más temido y controlado: su cabezazo en un saque de esquina es, sin embargo, detenido en la línea por Micki. Un peligro, claro, pero nada comparado con lo que construye y devora el Inter al cabo de un cuarto de hora: solo ante Ter Stegen, en una falta de Calhanoglu, Dzeko remata en el larguero desde dos escalones. Pero el error de De Vrij es aún más increíble: el holandés intenta el siguiente toque, pero logra una suavidad sensacional. No basta, el Inter también se come un contraataque peligrosísimo: es el hijo de la terquedad de Barella, tarantulado y omnipresente, el que desgarra hasta la frontal del área y libera a Dumfries. El disparo del holandés, en la boca de Ter Stegen, es el segundo, enorme lamento nerazzurri de la época. El compañero del Inter, Onana, tiene que defenderse durante mucho tiempo de algunas conclusiones desde fuera, pero el peligro en este estadio está en cada esquina. Así, en una de las pocas ocasiones en las que Lewa logra liberarse del bozal de las centrales eléctricas de Inzaghi, llueve un cruce del Polo sobre el que Raphinha aplasta sobre la marcha sin falta. Es una señal de tormenta porque al brasileño le perdona el 92.302 del Camp Nou a los 40′ exactos, cuando se inventa de la nada el uno a cero: recluido por la izquierda, encuentra un pasillo para Sergi Roberto ( finales de Mkhitaryan…) y la red de Dembelé. Un resultado que no fue del todo merecido porque el Inter había gobernado sin arriesgar en exceso, de hecho había sido mucho más proactivo que en la ida.

TIROTEO

Inzaghi, como todos los interistas del planeta, se va al descanso pensando y repensando el larguero de Dzeko y los dos errores holandeses de cara a la portería antes que el gol de burla de inmediato: acabar la primera parte con otro resultado hubiera sido salvador, además de justo, pero el desempeño de su gente hace pensar que algo bueno vendrá. Y así a los 5 minutos llega un sacrosanto igual: un bombón en el medio (como suele pasar) sale por la izquierda de Dimarco, mientras Piqué se echa un sueño colosal. Recoger el balón que cae como cometa en el área es lo mejor en el campo para el desprendimiento, Barella devolvió en la noche más importante la energía del central del Inter: el control y el giro son como un delantero centro bien recorrido y parecen los recompensa por un sacrificio sin fin en cada área del campo. El 1-1 es un soplo de aire fresco, una tónica para el Inter que se pasa largos minutos amenazando de nuevo a Ter Stegen, milagroso en un intento de gol en propia de Piqué, todavía él. Sobre todo por la derecha Dumfries tendría campo para abrirse paso pero, donde falla el holandés, sobresale Calhanoglu: su extraordinario cambio de juego, libre Lautaro en el área. Toro hace lo que nunca había sido capaz de hacer hasta ahora: una jugada top europea, con una parada y una patada certera que saca dos palos antes de meterse por dentro. El 2-1 de los veranos del Inter deja en silencio al Camp Nou, que parecía un volcán a punto de estallar lava. Las contramedidas de Xavi, De Jong y Ansu Fati deberían estar intentando quebrar la confianza que los nerazzurri han ido ganando minuto a minuto. Inzaghi, en cambio, saca un excelente Dimarco para Darmian y luego opta por taparse con un 5-4-1 mediante cambios sorpresivos: salen Dzeko y Chala, entran Bellanova y Gosens que se ensanchan por las bandas. Todo parece estar bajo control, pero se materializa otra broma frente a Onana: tras un rechace demasiado tierno de De Vrij, Lewa encuentra un remate no irresistible desviado por Bastoni. El balón va por dentro, es el 2-2, pero no anula el orgullo infinito de un Inter infinito: cuando el partido se va desviando hacia el Barcelona, ​​Onana demuestra lo importante que es tener un portero que vea el partido con la suya. pies. Ante una asistencia del camerunés, Lautaro realiza otra jugada de mayor nivel encontrando a Gosens en el centro del área para el 3-2. ¿Sobre? No, aquí no porque esta vez Lewa encuentra un cabezazo digno de su nombre, es el 3-3 que cierra un partido de ciencia ficción. Asllani, de hecho, no dormirá un mes por el gol del 4-3 que parecía hecho a un metro de Ter Stegen.



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